Sin renuncia
Publicado: Sab, 02 Ene 2021 23:18
Asediado por la levedad del tiempo
voy apurando a tragos de inquietud
la brevedad de la existencia
y viviendo al límite alrededor de mis sombras
mientras una vaga luz crepuscular
alumbra el futuro, siempre oscuro y limitado.
Viajo por la vida como pasajero anónimo
huyendo de la realidad de los espejos
y que mira un cielo infinito y transparente
donde cohabitan el ángel de la guarda
que aún protege mi inocencia
y el ángel del horror que cada día
en gangrena convierte a la esperanza.
A veces siento en la sangre un oleaje
que sacude con rabia al malecón del deseo,
cuando la soledad a mi intimidad desnuda
y el beso del invierno se acerca ofreciéndome
frías lágrimas que enjuaguen las mejillas.
Después que llega la calma, un silencio lacerante
se adueña del momento y con urgencia
el grito de amor ambiciona salir del corazón:
lo amordaza el pulso de la vida, lo reprime,
y aunque el alma no tenga edad,
se envejece y va llenándose de arrugas.
Por mucho que presienta que solo quedan cicatrices
como un sudario que a mi pasado envuelve,
que en los barbechos de mi boca no crece la ternura
o que soy un necio por seguir adorando a ídolos
de barro erigidos por la arrogancia del humano,
os juro que no renunciaré jamás a encontrar
desde la noche mas umbría esa luz definitiva.
voy apurando a tragos de inquietud
la brevedad de la existencia
y viviendo al límite alrededor de mis sombras
mientras una vaga luz crepuscular
alumbra el futuro, siempre oscuro y limitado.
Viajo por la vida como pasajero anónimo
huyendo de la realidad de los espejos
y que mira un cielo infinito y transparente
donde cohabitan el ángel de la guarda
que aún protege mi inocencia
y el ángel del horror que cada día
en gangrena convierte a la esperanza.
A veces siento en la sangre un oleaje
que sacude con rabia al malecón del deseo,
cuando la soledad a mi intimidad desnuda
y el beso del invierno se acerca ofreciéndome
frías lágrimas que enjuaguen las mejillas.
Después que llega la calma, un silencio lacerante
se adueña del momento y con urgencia
el grito de amor ambiciona salir del corazón:
lo amordaza el pulso de la vida, lo reprime,
y aunque el alma no tenga edad,
se envejece y va llenándose de arrugas.
Por mucho que presienta que solo quedan cicatrices
como un sudario que a mi pasado envuelve,
que en los barbechos de mi boca no crece la ternura
o que soy un necio por seguir adorando a ídolos
de barro erigidos por la arrogancia del humano,
os juro que no renunciaré jamás a encontrar
desde la noche mas umbría esa luz definitiva.