Noctámbulos. Edward Hooper
Publicado: Sab, 05 Dic 2020 17:09
dejaron hace rato el bullicio de la gente
y de los coches y afásicas en su sonido
transportan presurosas el silencio.
A esa hora en que los comercios cerraron hace
tiempo las persianas y bostezan y se desperezan
y se limpian silenciosos sus legañas en su sueño.
Aún queda abierto un dinner en una esquina
de Grenwich Village, un barrio de Manhattan,
allí se concitan a si mismos, los noctámbulos,
esas aves peregrinas que regresan cada día
con la luna, ellos son los halcones de la noche.
Ellos son los que nunca apuran sus tragos,
los que no tienen ya prisas,
los que sorben su café ya casi frío.
Apenas si se miran entre ellos
cada uno ausente para el resto,
concentrados y absortos en su mente,
con su soledad a cuestas, nadie les espera.
La pareja del fondo hace tiempo que evita
el mirarse fijamente y a los ojos.
Ella, no se sabe bien si piensa, que él ya nunca
abandonará a su mujer, ni a sus hijos por ella,
o quizás se evade en ese nuevo amante que la visita
en la mañana, mientras él se gana el pan en la oficina.
El hombre sentado junto a ella, fuma y evita
su mirada, quizás, pensando que mañana junte el valor
necesario para decirle que ha conocido a otra,
que lo suyo perdió ya toda su magia hace tiempo,
sí, sí, piensa, que tal vez mañana será capaz,
no quiere hacer un escena aquí en el dinner.
El hombre con sombrero que da la espalda,
es de todos ellos, quizás, el que menos prisa tiene,
le gusta reincidir todas las noches en aquel bar
tan discreto, culpar de su tristeza a esa música
suave, tenue, tibia, que como una nube perezosa
se escucha susurrar lentamente en la radio,
le parece que esa soledad conjunta, así, entre
todos repartida, es menos suya, más llevadera.
El camarero trabaja en silencio y no deja de mirar
hacia la calle ,de todos ellos es el único que espera
que el reloj de pronto marque la una, para salir de allí
corriendo, si se da prisa, quizás encuentre aún, un pequeño
bar abierto y se pueda tomar alguna copa para ahogar en
ella sus penas, antes de regresar de nuevo solo a casa.
Ellos son los halcones de la noche, que enfermaron
de la enfermedad de nuestro siglo, que no tienen
prisa en volver a sus hogares, allí donde la noche
se hace más larga y más profunda, donde es siempre
más difícil de sobrellevar, allí donde irreparable
les aguarda a oscuras el vacío, donde su soledad
como una amante -siempre dispuesta- les besará
de nuevo la boca, dulcemente, poco a poco, lentamente.
Y nosotros que miramos ensimismados esa escena,
quizás seamos como ellos noctámbulos de otros bares,
o quizás también un día, la soledad nos encuentre bien
dispuesta, cualquier día, quizás mañana mismo nos
aguarde en cualquier calle, en otra esquina cualquiera.