écheme usted una manita,
que el párroco de mi pueblo
en poco la vida me quita,
porque ayer fui a confesarme
dando rienda a mis pecados
y como desahogo me ha impuesto;
tres a Ave María y con Rosario.
Todo con muy buena cara
durante las próximas semanas
y que lo haga con esmero
al levantar la mañana.
Mi Rosario no puede más,
y la gallina con nombre: María,
se esconde nada más verme
sin poner un huevo al día.
Están exhaustas las dos
y yo me siento vacío,
que ya no soy el que era
con tan alto poderío.
¡Ayúdeme usted Prior!,
y absuélvame de lo mandado
o dentro de breve tiempo
seré un cuerpo enlatado,
porque ya me tiemblan las piernas
a la edad de ochenta años
y con cuatro polvos al día
no puedo subir peldaños.