entregando toda tu luz a la tronera.
No verás como en los míos
la belleza que emanabas en otros ojos
ni el viento borrará de mi frente aquel ensueño,
eras poesía.
Nadie pudo mirarnos. Nadie pudo seguirnos.
llegabas de otro mundo del que ya no te acuerdas
y entonces nos amamos
entre el sol y la hierba quedaron nuestras huellas
y nunca se borraron
en el lento respirar de nuestros sueños.
¿Qué podría contarte
que no hayas olvidado?
¿Me dirás algún día que pensaste en la muerte?
Vendrá la primavera para todas las flores
y no será la vida
de amor que nos quedamos,
aún la reconozco entre el vuelo doliente
que dejaron tus alas en el sauce lloroso
y herido en mi esperanza y en la brisa.
Se ha perdido tu impronta
en los jardines
pero sigue latiendo en la presencia eterna
de tu beso primero
cuando tus labios fueron de papel ardiente.*
No hubo desengaño
siempre pensé que podía perderte,
hasta los ángeles sufren
el yerro obnubilado que marca sus caídas.
No pude verte nunca como si fueras otra
y no quise estrechar contra mi alcoba
el desierto implacable
de la sombra y el olvido.
Aún emerge tu rostro en la playa solitaria,
juegan las mariposas con las nubes y el aire,
y se aleja la muerte
cuando tú te aproximas a la arena mojada
como una golondrina que lucha contra el mar,
atraviesa las piedras y busca su destino.
* Aquella fue la primera / vez, tus labios parecían de papel, (Luis Eduardo Aute - Las cuatro y diez)