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Las prendas de vestir tienen su alma. Anecdotas, intenciones, sorpresas y pues, guardan el espíritu de su día en las fibras y las hilachas que por lo menos cubren lo vulnerable del alma. Hoy sabía exactamente qué ponerme. Mi guardarropas ocupa un pequeño espacio dentro de mi. Empecé a apartar perchas y a tirar sobre la cama dispares trapos _ qué rayos! _ me tomó algún tiempo mi desconcierto, corrí luego al librero a buscar la foto, estábamos allí sentados cómodamente, casi uno sobre el otro con Oreo sobre las piernas, nuestra colcha felina y tibia. Me quedé un rato con el moño hecho pensando que he estado en cueros durante veinte y tantos más años.
E. R. Aristy