Yo tenía un Gallinero en África
Publicado: Jue, 21 May 2020 20:10
Yo tenía un gallinero en África
Desde mis ojos de niña África era un paraíso.
Allí viví mis primeros años de infancia ignorando, en mi bendita inocencia, todos los peligros visibles e invisibles.
El gallinero era como una seducción y a la vez era territorio prohibido.
Yo me escabullía y me iba a jugar con las gallinas.
Las hacía correr y hasta volar, cacareaban escandalosas y era entonces cuando me descubrían.
El riesgo, el verdadero peligro estaba en entrar dentro de aquella caseta hecha con cuatro tablas
y una tela de metálica, pero yo no lo sabía y no entendía que no me dejasen ir allí a jugar.
Era mi casita – a mí me parecía eso- y entraba en cuanto se descuidaban, para recoger los huevos de la puesta del día.
Un día, mientras estaba distraída en la casita, entró el Boy que vigilaba el gallinero y después de destrozar los palos en los que descansaban las gallinas, empezó a gritarme en Pamue, su idioma natal, yo estaba asustada, muy quieta. No entendía nada, pero tampoco lloraba.
Entonces apareció mi madre, interrogó a Hipólito, me cogió del brazo y casi me arrastró hasta casa.
Dentro del gallinero había una mamba verde. Ese era el peligro, entraban para comerse los huevos y esa era la razón por la que yo no podía estar allí.
Esta serpiente arborícola es venenosa y su mordedura letal.
A la mañana siguiente el gallinero había desaparecido y las gallinas también.
---
© Marisa Peral Sánchez

——-
“He mirado a los leones a los ojos y he dormido bajo la Cruz del Sur, y he visto incendiarse la hierba en las grandes praderas, que se cubren de fina hierba verde tras las lluvias, he sido amiga de somalíes, kikuyus y masais, he volado sobre las colinas de Ngong... nunca estaré a África lo suficientemente agradecida por lo mucho que me ha dado”.
—-
Isak Dinesen
Memorias de África, RBA editores, 1993
Sombras en la hierba, Ediciones Alfaguara S.A., 1986
Desde mis ojos de niña África era un paraíso.
Allí viví mis primeros años de infancia ignorando, en mi bendita inocencia, todos los peligros visibles e invisibles.
El gallinero era como una seducción y a la vez era territorio prohibido.
Yo me escabullía y me iba a jugar con las gallinas.
Las hacía correr y hasta volar, cacareaban escandalosas y era entonces cuando me descubrían.
El riesgo, el verdadero peligro estaba en entrar dentro de aquella caseta hecha con cuatro tablas
y una tela de metálica, pero yo no lo sabía y no entendía que no me dejasen ir allí a jugar.
Era mi casita – a mí me parecía eso- y entraba en cuanto se descuidaban, para recoger los huevos de la puesta del día.
Un día, mientras estaba distraída en la casita, entró el Boy que vigilaba el gallinero y después de destrozar los palos en los que descansaban las gallinas, empezó a gritarme en Pamue, su idioma natal, yo estaba asustada, muy quieta. No entendía nada, pero tampoco lloraba.
Entonces apareció mi madre, interrogó a Hipólito, me cogió del brazo y casi me arrastró hasta casa.
Dentro del gallinero había una mamba verde. Ese era el peligro, entraban para comerse los huevos y esa era la razón por la que yo no podía estar allí.
Esta serpiente arborícola es venenosa y su mordedura letal.
A la mañana siguiente el gallinero había desaparecido y las gallinas también.
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© Marisa Peral Sánchez

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“He mirado a los leones a los ojos y he dormido bajo la Cruz del Sur, y he visto incendiarse la hierba en las grandes praderas, que se cubren de fina hierba verde tras las lluvias, he sido amiga de somalíes, kikuyus y masais, he volado sobre las colinas de Ngong... nunca estaré a África lo suficientemente agradecida por lo mucho que me ha dado”.
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Isak Dinesen
Memorias de África, RBA editores, 1993
Sombras en la hierba, Ediciones Alfaguara S.A., 1986