donde las calles
van perdiendo su nombre,
donde la guerra
ha dejado trincheras,
en la que el tiempo calla
y oculta los momentos tras escudos
de sonrisas, de palabras
que van borrando los nombres.
cabezas aisladas
de liebres gigantescas
—aladas formas—
como acorazados.
Supuestos nombres de héroes
que aportaron algo en contrastes
que dejaron su leve huella en mi calle
donde son cenizas, ahora,
de una ciudad muerta.
cráteres amarillos,
altas chimeneas,
gases ardiendo
y el alma sabe a yeso.
donde sólo hay almas, vagando,
que en su día fueron protagonistas
de una historia no zanjada,
donde mi calle ha perdido su nombre.
donde tu nombre ha perdido su calle
y has comprobado la soledad del cero.
En un gigante de niebla dormida la ciudad se recuesta. En ocasiones conviene detenerse o trazar una imagen de lo que pudo ser, de lo que no será.
—soberbios rayos descendientes—
alza sus velos la belleza.