Las alas remontan horizontes, mientras deshojo poemas, sin la celeridad de las ilusiones, sin la premisa, sin la necesidad de identificarte, catalogarte. Porque todo en ti es un misterio del que quiero evadirme, incluso odiarme.
Mis razones insanas son tan variopintas como injustificados mis prejuicios con los que he precintado y desechado temas tabú para herir sensibilidades ajenas.
He superpuesto mi sufrimiento al tuyo, al suyo, y he amenazado con algún ultimátum perdido entre la multitud.
No todos buscan la verdad, desesperanza y desfallecimiento de una sociedad ultrajada a base de intereses.
Detrás de todo esto, no hay cortina de humo, ni trampa, ni cartón.
Es la realidad de cada uno lo que trasciende.
Cuanto más transparentes se vuelven los abismos y laberintos mentales, más universos se pueden cotejar, barajar, imaginar.
Eso es lo que te digo cuando digo que te quiero.
No como un salvavidas, sí como un deseo irrefrenable de cumplir tus caricias.
De permanecer en la sombra o en la luz, acompañado de tu inefable afán por definirme.
He aprendido de tu vocabulario que no hay palabra ajena a ti que no recorra distancias y espejismos.
