—sin respirar apenas—
minuto a minuto pasa la noche fría
y en la retaguardia tétrica
de mi habitación, los planos están equivocados,
las ballestas se cargan con besos carnales
y los dioses no pueden tocarme.
Todo está en su sitio y sistemáticamente
retrocedo hasta tus versos:
Tú, reina de la música rock
debes buscar en tus infiernos
el Juan Salvador Gaviota que llevas dentro
para alzar el vuelo
como en aquel tiempo
que nadie te podrá robar.
Sueña, imagina, vive, por ti, por mí,
por los que no te conocen ,
pero desearían hacerlo.
Para sonreír una vez más
como la autopista de pensamientos
en las algas de tu espera,
como la niña que fuiste para construir
un castillo de colores y olores pastel,
como la fresca paloma de tus buenos días,
o como la rosa roja
que deseó viajar a las estrellas.
Hasta mí llegaste
con tal violencia desatada
que grité tu nombre
y las coplas de tus cuerdas
me hicieron vibrar:
Por la cintura de mi hombre
sube la hierbabuena.
mis enagüillas al viento
huelen a jara y a menta.
Vaga sin rumbo una rosa
en la horquilla de un olivo.
El agua se ondula el pelo
con los dedos del molino.
Luce el milano en la frente
una pulsera de amor.
En el hombro de la reja
cuelga el mirlo su gabán.
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