
gestionar mi ego,
puede ser que alguien espere algo bueno de mí,
pero aunque intente meterles la realidad por los ojos, lo miran todo con lupa.
Así pues, hablo de mí sin surrealismo.
Es el sentido opuesto el que han cogido.
La meta siempre ha estado en el mismo sitio.
No me he movido ni un palmo de aquí.
La imitación es la información de los débiles.
Inflo e inflo mi enigma.
No es bueno inventarse laberintos, ni acudir a un psicólogo.
Mi misa favorita se asoma todos los días a mi espejo,
blanquecino, no sé ni lo que escribo.
No hay culpables, vencedores ni vencidos.
Tengo todas las respuestas, solo con patear ilusiones y conceptos metafísicos.
¿Por qué tendría yo que darles la razón?
Ustedes, como yo, conocen alguna de sus capas, pero su disfraz nunca pasa desapercibido.
Y les aseguro que nunca he hablado con Dios, pero guardo, como digo, buenos recuerdos de él.
De tanto profundizar en mí he aprendido lo que intentan emular.
Esto es demasiado meritorio por mi parte, pues con la cabeza metida en el ombligo,
algo así como mi vida está resuelta.
¿Dudar de mis palabras?
Eso sería como hablar con una silla -mis ex amores, digo-.
Cuando aparece -¿Por qué considerarlo dañino o enfermizo?-
un texto diferente, saben que lo es, pero no lo que es.
¿Realmente creen que les he hablado de algo?
"Algo me ha cambiado el pensamiento,
por lo tanto no puedo echarles nada en cara."