Gracias de nuevo por vuestras contribuciones y por seguir planteando estas cuestiones poéticas que para mí son interesantísimas. Veo que el adverbio apocopado "apena" sigue dando guerra... (en el buen sentido).
Jorge Busch escribió:Hola, Pablo. Un elegante soneto, muy en tu estilo, quizás menos críptico que otros. Yo también me detuve, claro, en ese «apena»; consultado Corominas, veo que «apenas» es un compuesto que data de 1250 (no menciona «apena»). Es una dificultad innecesaria en la lectura, a mi criterio, y parece más una argucia métrica que otra cosa. Podría remediarse recurriendo a la etimología y poniendo «a pena», lo que evitaría el equívoco en la lectura.
abrazo
Jorge
Agradezco tu valoración sobre mi soneto, Jorge. Yo también he estado investigando sobre "apena"; cuando admití esa palabra arcaica y extraña en mi poema sólo me cercioré de que aparece en el actual DLE como forma desusada del adverbio, pero ahora tengo algo más de información; lo que ocurre es que en estos días seguramente no tendré conexión a Internet en el portátil, por lo que tardaré un poco en publicarla. Lo que no tengo claro es si la forma "a pena" sería más clara que la otra...
De todas formas, he elaborado otra versión para ese mismo verso:
que el vigor no bien prende, el llanto moja
que casi me gusta más por la acumulación de acentos en la primera parte (es un 34568) y que significa lo mismo: apenas se enciende el deseo, el llanto lo apaga. Me gustaría saber qué opináis de esta otra versión.
También os consulto otra cosa que tuve en mente cuando escribí el "apena". Hace pocos meses detecté en poetas actuales que practican el verso medido lo que parece una licencia métrica que consiste en hacer sinalefa a través de la -d final de palabra. A mí esto me resulta muy extraño en la lectura, aunque para cualquier andaluz es lo más natural del mundo en el nivel fónico. Ejemplos real:
"O la humedad imprevista de tu pelo", verso de Luis García Montero en su poema "En los días de lluvia", que pertenece al libro "El jardín extranjero" (1983); el verso es necesariamente un endecasílabo canónico ya que aparece en un contexto de versos heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos, no en un contexto multimétrico (en el sentido de la Escuela Alaire). La -d final de "humedad" no impide la sinalefa.
Cuando leí este verso pensé que se trataba de un error, pero poco después encontré más casos en Pablo García Baena (bastantes) y en Elena Martín Vivaldi (algunos), por lo que no puedo admitir que se trate de despistes: parecen licencias que se han permitido poetas de indudable oficio y siempre en contextos métricos regulares. (Lamento no tener a mano ejemplos de estos dos poetas; intentaré localizarlos en los próximos días).
Incluso en una traducción de la "Fedra" de Racine en alejandrinos aparece "He perdido en la flor de la edad a seis hermanos".
Con esta licencia, el verso "que el vigor prende apenas, el llanto moja" se puede analizar como un endecasílabo canónico perfecto. Pero tengo que decir que no quiero tomarme esa licencia ya que la desconozco en la poesía clásica; por eso preferí emplear la forma "apena" que sí procede de nuestra tradici´on.
Me gustaría saber vuestra opinión sobre esta curiosa licencia métrica "andaluza" sobre las -d finales.
Pablo Ib´áñez escribió:
He entendido entonces de tu respuesta que al recitar este verso no habría que hacer pausa entre "apena" y "el llanto" o no sería obligatoria la pausa. Quedaría a criterio del recitador. ¿Correcto?
Verás, Pablo. Yo hago una distinción tajante entre la anatomía rítmica del verso y sus diferentes materializaciones sonoras. Yo me encargo de la perfección ("per-fecto" en el sentido de plenamente elaborado, no en su sentido de calidad) de mis versos, no me ocupo del modo en que los recite cada recitador. De hecho, te confieso que no me gusta en absoluto la poesía recitada. Prefiero leerla en lugar de oírla. En esto reconozco que soy muy platónico, como los antiguos tratadistas que distinguían la "música teórica", que era la disciplina sobre las proporciones numéricas, y la "música práctica", que consistía en tocar físicamente los instrumentos para realizar los intervalos.
Así que lo siento, pero no te puedo decir cómo habría que recitar ese verso (ni ese ni ninguno). En todo caso, imagino que la manera óptima de enfrentarse a esta cuestión se parece mucho a lo que ocurre en la mencionada música práctica: ningún pianista usará un metr´onomo para marcar el tempo perfecto durante un concierto, aunque sí lo habrá usado para estudiar en casa. La música práctica, lo mismo que el recitado, conoce la pausas, el accelerando, el rittardando, el rubato... una serie de recursos prosódicos que, si son bien empleados por el recitador, contribuyen felizmente al acto de comunicación que es el recitar poesía. Eso sí, se trata de recursos extrínsecos al propio verso y no influyen en su arquitectura rítmica.
Por ejemplo: todos conocemos el inolvidable verso de Góngora
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Se trata de un endecasílabo canónico perfecto independientemente del modo en que se recite. Habrá quien lo diga haciendo pausas de gran efecto dramático en cada coma; otros preferirán decirlo todo seguido y apagando la voz a tenor de la terrible gradación aniquiladora que el verso significa... Incluso puede que dentro de unos siglos la RAE cambie la reglas de uso de la coma y actualice la ortografía del verso así:
en tierra en humo en polvo en sombra en nada.
No importa en absoluto, ya que se trata de elementos accidentales que no afectan a la música intrínseca con que ese verso está construido.
Espero haber aclarado la cuestión. Espero vuestra valoración de la nueva redacción del verso de mi soneto
que el vigor no bien prende, el llanto moja
y vuestra opinión sobre esa licencia que he comentado para la sinalefa sobre las -d finales. Yo en cuanto pueda escribo lo que he averiguado sobre el "apena" y aporto los ejemplos de García Baena y de Martín Vivaldi.
Saludos y gracias.