Carta a Nayibe

[Marius Gabureanu]

Heme aquí, trasnochado, como lirio expuesto a la luz gástrica de los neones.
Si permanezco en un sueño de brújulas, haz de desnudarte.
Si el pantano del olvido está dibujado boca abajo en tu sonrisa,
haz de desnudarte.
No me preguntes nada, por favor, ni si el café es una muestra de inanición
del pasado (nada que sea pregunta, más que tu pubis encarcelado en tormentas de vidrio,
en botellas de ron con estadística de ángeles).
Nada que no sea la religión de perderte ahora, mientras gritas con acento de fantasma
los adverbios de la soledad.
Los ríos, Nayibe, son murciélagos de la espera.
Te acuerdas cuando estaba a punto de confundir
el ocaso tierno de las víboras con tu vientre
y las ventanas balbuceaban la carencia de luz
en el idioma anaranjado de los días sin nacer?
Pienso que, a veces, la luna es un crepúsculo de orgasmos.
Te acuerdas lo que hizo que nos besáramos por primera vez,
Nayibe, seguro que no te acuerdas
que simplemente fueron burros subiendo la senda
y no tenías frío, fingías una ausencia
que apenas hoy la firmas
y bailas descaradamente
abrazada al ciclón
de mi infortunio.
Sólo queda el deseo de verte desnuda una vez más, de nuestro amor,
para ver si la muerte acierta en todos los esqueletos
o se confunde, y, al azar, he muerto
más de lo que debía.

[Rosa Marzal]

Otra gran entrega, Marius. Todas y cada una de estas Cartas muestran lo mejor de tu poesía.

Mi sincera felicitación, querido amigo.

Abrazos.

[Marius Gabureanu]

Querida amiga, hay un dolor grande aquí, que no es poesía, por eso, todavía más valoro tu presencia y tu huella. Tal vez parezca que hago de victima muchas veces en mis poemas o en las respuestas a los comentarios. Pero quien me conoce, seguramente es tu caso, sabe lo difícil que se vuelve ser sincero, lo difícil que es hacer de acróbata por el hilo de la inspiración para poder perdonarse y perdonar a los demás, encontrar una explicación a eso que nos convierte en monstruos en todos los sentidos de la palabra, que ya ni sabemos si hay sinónimos de la existencia. Muchos abrazos, Rosa.

[Hallie Hernández Alfaro]

El dolor con letras de vidrio, el amor rotulando la infinidad que parece adormecer la pena. Si, hay un dolor grande aquí, hay una carta que agoniza y grita enmascarada con la droga del silencio. Creo que el dolor es, en este caso, un mandato de poesía intensa, de poesía inagotable. Son obras crucificadas en tí, no hay autocompasión ni deseos de victimizar; hasta que expiren seguirán ardiendo en la hoguera, querido amigo. Tendremos paciencia y amor para verlas desaparecer.

Es un enorme poema, que lo sepas.

Abrazos.

[Marius Gabureanu]

Muchas gracias, Hallie, por tan hermoso comentario. Recibe mis abrazos, querida amiga.

[Rafel Calle]

Arriba con esta nueva entrega de nuestro gran Marius.