dejándome la sangre por la escayola de los proyectos,
ayudando a los marineros a recoger las velas desgarradas.
Y estoy con las manos vacías en el rumor de la desembocadura.
(Lorca - Navidad en el río Hudson)

Esa niña que muestra el manto de su olvido y su ignorancia,
el vuelo desvelado de su imagen rendida,
el llanto de la Virgen acosada por el fervor postrero
de salmos que acorralan su capilla
recogerá las sábanas de los cuerpos ardientes
y el rumor de eucalipto que embriaga la Bodega
donde sufren los lirios bajo el graznido torvo de los cuervos
el doce de diciembre,
bajo el púrpura gris que envuelve a los fenicios
que rompieron su ruta en la esquina de los besos.
de lo requiebros rotos, sumisos y angustiados
que sus venas no encuentran en el curso
callado de las olas
donde vagan los pobres que no muerden ni hablan en la orilla
cuando las amapolas abandonan los trigos
y arde negra la copla en la noche más densa.
Esa niña que agita su bandera en el agua
se enamora del hombre que acude cada día a la oficina
y archiva los misterios
pensando que el amor no se ha perdido
aunque hunda sus lágrimas en el mástil de Wall Street que ríe
mientras los tiburones socavan los cristales
y escupen el cemento en las fronteras,
en el regazo roto del Hudson que se encoge
y gime por la estatua que entregó las cadenas
al Cristo que no encuentra su camino en el hombre
aunque los crisantemos
mueran cada noviembre mirando las gargantas
rasgadas por los rastros perdidos de los vientos
en las Piedras Mellizas que acogen la ternura y el olvido
de un niño amortajado
en un sudario oscuro que le cierra los ojos como si fuera un sueño
y le rompe la frente en un lienzo sin marco,
aunque la espuma ahogue los brotes de esperanza
y la sonrisa pierda su fulgor en un íntimo lamento,
aunque en el Tarajal
resucite la sangre de los muros
y una novia no busque la senda enamorada de los labios
ni el templo de la playa que rema en el levante
donde posó sin manos, sin saberlo
una frágil corona de alhucemas en la tumba vacía
donde los altos vuelos encallaron
y los castillos recios de vanos enlucidos
cayeron en el rostro de la muerte celosa descarnados.