Sacramento Thorton

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Billy MacGregor
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Sacramento Thorton

Mensaje por Billy MacGregor »

La última vez, me contó como los niños morían en Somalia, de sed, y que el hombre más triste del mundo estaba encerrado en la celda ciento veintinueve de una prisión Guatemalteca, rodeado de insectos y en la más absoluta oscuridad, mientras los fantasmas de sus hijos, a los que había colgado boca abajo y matado a palos con la pata de una mesa, desmembrados, le cantaban a coro el Adeste Fideles. Me dijo que los pájaros se comían las piernas de la gente en los Cárpatos, y que el rastro de las bombas, era interminable y negro. “Hay un tipo en Belgrado que no tiene ombligo”. Me habló de misioneras pequeñas como huesos de aceituna que silbaban canciones de los Beathles mientras desactivaban minas antipersonas en Camboya, me hablo de los yonkis del Bronx, de que todos tenían una madre que se llamaba María y un padre que nadie sabía cómo se llamaba, me habló de un inglés pelirrojo que se había suicidado seis veces y sólo se había muerto una, de una manada de caballos que se había precipitado al vacío por un acantilado en la isla de Malta, huyendo de un animal con corbata y zapatos, me habló de Cuba, y de cómo aquel proyecto se fue a la mierda, me habló de Lola, que vendía fetos y placentas de aborto en las esquinas más oscuras de Cracovia, de Brother White , que tenía un tatuaje con la cara de cristo en la espalda, le daba patadas en la boca a los perros, y escupía en los vasos de la gente, según dicen. Me contó que la vecina del quinto no se hablaba con la del tercero porque era muy puta y que la del tercero no se hablaba con la del quinto porque puta tu madre, y que la madre no se hablaba con la pescadera porque la pescadera si que era puta puta pero puta. Un barrio de mudos, decía, de mudos de sordos y de ciegos.
Luego Sacramento Thorton se calló, y se puso a mirar el horizonte, como siempre.
Sacramento siempre tiene cosas que contar cuando regresa de un viaje, así que dejo que me siente en sus rodillas, y escucho.
Llega hoy, por cierto, aunque dudo que hoy pueda sentarme en sus rodillas. Ha pasado mucho tiempo.

-Sacramento...
-Como has crecido.

Nos sentamos en el porche.

Está más viejo, más delgado.

-Come mucho pescado, el pescado es muy bueno para los huesos.

El Sol va a ponerse y no ha dicho una palabra más.


De madrugada le cerré los ojos, y lo enterré junto al manzano.

El horizonte, si él, no será lo mismo.
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