Lo bueno es que tengo el arrojo de defender tal culpa por considerarla casi una virtud…
( Pier Paolo Pasolini - Traducción; F. E. León)
ya no siento ante mí la vida entera.
(Pier Paolo Pasolini – Al príncipe)
que sueña un imposible y gobierna su caos
sorprendido por las agujas de la esfera,
acorralado por el fuego de su cuerpo
que hierve por la tarde
cuando vuelven los niños a la escuela
y un padre piensa en los trabajos perdidos.
Arrebatado estoy por el ritmo de la vida,
la voracidad del tiempo
que se alarga y me lacera,
por el hilo que ahogó la eterna juventud
fugaz y evanescente
aunque palpite trémula en las ramas
de los álamos que vieron
marchitarse los recuerdos en mi frente.
Ahora vivo abandonado por la lira del poeta,
obnubilado por el candor que tuve
en el primer encuentro con la lluvia de unos ojos,
desconcertado por el sollozo del amor que sangra.
No volverá el llanto a los laúdes
que tañen el fulgor que tuviste en las horas
de las reminiscencias de la playa
herida en lontananza entre los farallones
cubiertos de poniente,
no volverán los pájaros que cruzaron las nubes
y la higuera de caricias
que perdieron sus alas en redes de un otoño
tierno de carteleras, herido de esperanza.
¿A qué país te fuiste que no pude encontrarte?
¿Qué rostro traspasó los espejos del viento?
¿Qué jazmín aspiró
tu suspiro de seda en la noche más triste
de tu sonrisa intacta en los últimos juegos?
Se han abierto los versos en la memoria esquiva
y las banderas vierten, sombrías, sin descanso
el aliento fragante en tu sombra de ayer
y el nido de la antena que colgaste en la fuente
que no tiene memoria
ni mantiene erguido el orgullo del canto
que mata el funeral
de los besos asustados
y el corazón se pierde cuando llega la noche,
cuando intenta sonreír
y el sufrimiento llora,
al evocar las prisas de una juventud perdida,
la camisa sin mangas que quemé una mañana
y no ha vuelto a encontrarme susurrando en la aurora.