Relojes en mis ojos

Poemas en verso y/o en prosa de cualquier estructura y/o combinación.

Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle

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Ricardo López Castro.
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Relojes en mis ojos

Mensaje sin leer por Ricardo López Castro. »

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Yo no puedo evitarlo.
No me salto las normas de cordialidad.
Cuánto quise quererte y demostrártelo.
Otro secreto que no se sabe dónde acabará.
Intento guardar los menos posibles.
Pero amar en tiempos de... -cómo decirlo... ¿ligues cibernéticos?- se me hace cuesta arriba.
Hoy en día no se quieren ni a los borrachos, ni a los cocainómanos, ni a los locos.
Y yo tengo un poco de cada casa.
Antes, cotilleaba el facebook de mi amor platónico.
Ahora, el que tiene cara de libro soy yo.
¿Cómo llegar de aquí a las emociones?
He escrito libretas y libretas de las que no me desharía ni loco, pero en un arrebato, que no es lo mismo, las tire al contenedor del cartón.
Mi historia tiene un poco de varias:
el hijo pródigo, mentiroso compulsivo, y sin límites -estas dos últimas, películas un tanto peculiares, pero con encanto-.
De tanto reflexionar y recrearme en mis reflexiones, huyo de las conclusiones.
Creo que, joder, está bastante claro, quien quiera quererme, tendrá que cambiarme.
Y para ello sí que no hay chances.
O lo que es lo mismo, para cambiarme a mí habría que sacarme las tripas.
O romperme algún hueso, qué sé yo.
Lo que guardo en la mente no es un desvarío, ni un desfase.
Lo que guardo en la mente es justicia emocional.
Para nadie.
Yo, para nadie.
Así me gusto.
Y joder, claro que me importa gustar -a mí me importa todo-, pero, ¿qué culpa tengo yo de no querer cambiar a nadie?
Ahora a eso lo llaman amoldarse el uno al otro.
En realidad, he estado aislado del mundanal ruido, literalmente.
Y claro, lo que viene ahora es el mundanal ruido, con retardo.
Pero nadie me conoce, ni nadie me ha conocido.
No soy un chico traumatizado.
Lo que soy es un cabezón.
No pruebo lo que sé que me hace daño.
Las enfermedades mentales no son un juego, y yo sentencio a desamor a todas aquellas mentes que no vuelan tanto como la mía, que no sueñan tanto como la mía, que no aman como la mía.
No necesito un hombro sobre el que llorar.
Ni mucho menos beber para olvidar.
Masturbarme para descargar.
Digamos que ahora dejo que la vida, y todo aquello en lo que no creo, directamente porque no existe, venga a mí.
No hasta que me demuestre lo contrario, sino hasta que yo me demuestre lo contrario.
Y para que ello ocurra, basta con otra nueva ilusión.
No es preciso cortarse las venas por un amor perdido -ni siquiera sabes si existe el amor, si tú existes... ¿En serio quieres comprobar qué hay tras ese último aliento?-.
Tampoco me olvido de cuando me creía Dios, cosa que llevo dentro, al igual que la contradicción.
Tendré que vivir con ello el tiempo que... -en fin, que llevo otro yo totalmente diferente grabado a fuego-.
Cuántas veces he pensado que esto de escribir para rellenar folios no sirve de nada.
Cuántas veces me he convencido de lo contrario.
Si no fuese por esto, yo ya no estaría aquí -me refiero al yo, al Dios que llevo dentro-.
Pero soy demasiado bueno y guapo, inteligente, como para quedarme a gusto.
R.L.C.
Administración Alaire
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Registrado: Lun, 19 Nov 2007 12:51

Re: Relojes en mis ojos

Mensaje sin leer por Administración Alaire »

Sale de la Sala de Espera.
Guillermo Cumar
Mensajes: 1044
Registrado: Sab, 29 Sep 2018 11:18

Re: Relojes en mis ojos

Mensaje sin leer por Guillermo Cumar »

El guardado y conservado de secretos al final duelen, porque explotan.

Me gusta ese forma de convencerte a ti mismo que pones en cada poema. No son siniestros tus poemas, son reales y llevan el traje de lo que tu pones y quieres y deseas.

Un abrazo
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Rafel Calle
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Re: Relojes en mis ojos

Mensaje sin leer por Rafel Calle »

Interesante perspectiva, amigo Ricardo.
Abrazos.
E. R. Aristy
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Re: Relojes en mis ojos

Mensaje sin leer por E. R. Aristy »

Ricardo López Castro escribió:
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Yo no puedo evitarlo.
No me salto las normas de cordialidad.
Cuánto quise quererte y demostrártelo.
Otro secreto que no se sabe dónde acabará.
Intento guardar los menos posibles.
Pero amar en tiempos de... -cómo decirlo... ¿ligues cibernéticos?- se me hace cuesta arriba.
Hoy en día no se quieren ni a los borrachos, ni a los cocainómanos, ni a los locos.
Y yo tengo un poco de cada casa.
Antes, cotilleaba el facebook de mi amor platónico.
Ahora, el que tiene cara de libro soy yo.
¿Cómo llegar de aquí a las emociones?
He escrito libretas y libretas de las que no me desharía ni loco, pero en un arrebato, que no es lo mismo, las tire al contenedor del cartón.
Mi historia tiene un poco de varias:
el hijo pródigo, mentiroso compulsivo, y sin límites -estas dos últimas, películas un tanto peculiares, pero con encanto-.
De tanto reflexionar y recrearme en mis reflexiones, huyo de las conclusiones.
Creo que, joder, está bastante claro, quien quiera quererme, tendrá que cambiarme.
Y para ello sí que no hay chances.
O lo que es lo mismo, para cambiarme a mí habría que sacarme las tripas.
O romperme algún hueso, qué sé yo.
Lo que guardo en la mente no es un desvarío, ni un desfase.
Lo que guardo en la mente es justicia emocional.
Para nadie.
Yo, para nadie.
Así me gusto.
Y joder, claro que me importa gustar -a mí me importa todo-, pero, ¿qué culpa tengo yo de no querer cambiar a nadie?
Ahora a eso lo llaman amoldarse el uno al otro.
En realidad, he estado aislado del mundanal ruido, literalmente.
Y claro, lo que viene ahora es el mundanal ruido, con retardo.
Pero nadie me conoce, ni nadie me ha conocido.
No soy un chico traumatizado.
Lo que soy es un cabezón.
No pruebo lo que sé que me hace daño.
Las enfermedades mentales no son un juego, y yo sentencio a desamor a todas aquellas mentes que no vuelan tanto como la mía, que no sueñan tanto como la mía, que no aman como la mía.
No necesito un hombro sobre el que llorar.
Ni mucho menos beber para olvidar.
Masturbarme para descargar.
Digamos que ahora dejo que la vida, y todo aquello en lo que no creo, directamente porque no existe, venga a mí.
No hasta que me demuestre lo contrario, sino hasta que yo me demuestre lo contrario.
Y para que ello ocurra, basta con otra nueva ilusión.
No es preciso cortarse las venas por un amor perdido -ni siquiera sabes si existe el amor, si tú existes... ¿En serio quieres comprobar qué hay tras ese último aliento?-.
Tampoco me olvido de cuando me creía Dios, cosa que llevo dentro, al igual que la contradicción.
Tendré que vivir con ello el tiempo que... -en fin, que llevo otro yo totalmente diferente grabado a fuego-.
Cuántas veces he pensado que esto de escribir para rellenar folios no sirve de nada.
Cuántas veces me he convencido de lo contrario.
Si no fuese por esto, yo ya no estaría aquí -me refiero al yo, al Dios que llevo dentro-.
Pero soy demasiado bueno y guapo, inteligente, como para quedarme a gusto.

Un monólogo interior excelso, Ricardo. Un desnudo que corre por las calles para hacer su statement. Parece decir: no me importa la opinión del otro sobre mi. Parece decir: no necesito de un amor extraforáneo. Parece decir: no me juzgo, me amo incondicionalmente. Parece decir: la gente ha hecho de sus cortinas un traje, y para sombrero se han rapado el pelo que detestan y se han hecho un tatuaje en el cráneo a imitación de un roquero famoso. Parece decir: eso me da igual porque yo soy un origianal y quien quiera ser la copia de su época, es libre de hacerlo. Parece decir: es mi derecho ser quien soy, gustele a quien le guste, a quien tiene que gustarle es a mi. Si dejo de sentirme a gusto conmigo va para cuando me sienta tambén incómodo, es un reto personal.

Todo el poema me conmueve por su espontaniedad y belleza. En particular me parecen importantes estos versos:

Lo que guardo en la mente no es un desvarío, ni un desfase.
Lo que guardo en la mente es justicia emocional.
Para nadie.
Yo, para nadie.
Así me gusto.

Me parecen ser los versos del misterio, quizá para un gran número de gente. Me identifico con ellos, pero mis razones, no son tus razones, ni fueron las razones de nadie, las razones de Tesla, por ejemplo.



Te comparto CARACOL






Se cae solo al abismo del yo,
a las facultades fundidas en esta envoltura de piel.

Estudio de tímidos dedos
que al ir tanteando en la oscuridad,
descubren ver.

Ya interno en el fondo de la noche,
todo habla, todo es sonido.

Ver, se releva por una facultad mayor,
un caracol.

Penetración a quiasmos,
a la estática inaudible del propio crepitar del corazón.

Compreso en una diminuta cámara,
se encuentra el incoercible mar,
el oído místico del yo sublime,
el mar, el inexpugnable mar.

E. R. Aristy
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E.R.A.
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Ricardo López Castro.
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Registrado: Lun, 23 Abr 2018 18:35

Re: Relojes en mis ojos

Mensaje sin leer por Ricardo López Castro. »

Gracias por la lectura y dedicación!!
Os invito a q escuchéis mi rap.
R.L.C.
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