Estaciones sentimentales XIX – La noche iluminada

[J. J. Martínez Ferreiro]

En la mesa de la cocina, una mujer desenfocada
corta el cuello a unos pollos y luego los despluma.
La mujer pinta sus labios de negro,
se asoma a la ventana,
besa a un hombre a su lado
que grita levantando los pollos desplumados y sanguinolentos,
a la iluminada noche de la ciudad.

Una música de violines
aviva el oleaje de las calles,
y más allá, en las afueras, en los lindes anónimos,
se siente el grito de los pollos,
los violines desenfocados,
los labios negros de los hombres
sobre las mujeres sanguinolentas,
en la iluminada noche de la ciudad.

Brillaban en la calle las televisiones y los ordenadores,
temblando sus colores tartamudos tras las ventanas.
Se acercó a mí,
mal encarada, la mezquina mujer de la limpieza
que vaciaba un jarrón con cabezas de pollo dentro.
—Por qué usted grita
y por qué besa a la mujer de labios negros.
—Por qué suenan estos violines titilando,
en la iluminada noche de la ciudad.

[Rosario Martín]

He sentido escalofríos y no sé muy bien
si es por la profundidad del jarrón y su contenido,
o esos personajes un tanto oscuros
a pesar de la iluminada noche...
¿Seguro que no te apellidas Buñuel?
Me ha encantado la lectura, señor Ferreiro,
aunque igual me fui por otros cerros...
Genial. Un abrazo y feliz otoño.

[Lunamar Solano]

Perturbadores versos querido amigo...
Un gusto leerte...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

[Guillermo Cumar]

Quçe bien suena y queda la estación sentimental nocturna.

Un abrazo

[Julio Gonzalez Alonso]

LXXXIII
En la mesa de la cocina,
una mujer desenfocada
corta el cuello a unos pollos y luego los despluma.
La mujer pinta sus labios de negro.
Se asoma a la ventana.
Besa a un hombre a su lado
que grita levantando los pollos desplumados y sanguinolentos,
a la iluminada noche de la ciudad.

Una música de violines
aviva el oleaje de las calles,
y más allá, en las afueras, en los lindes anónimos,
se siente el grito de los pollos, los violines desenfocados,
los labios negros de los hombres en las mujeres sanguinolentas,
en la iluminada noche de la ciudad.

LXXXIV
Las luces de la calle provenían
de las televisiones y los ordenadores,
que titilaban sus colores tartamudos tras las ventanas.

Se acercó a mí,
mal encarada, la mezquina mujer de la limpieza
que vaciaba un jarrón con cabezas de pollo dentro.
—Por qué usted grita
y por qué besa a la mujer de labios negros.
Por qué suenan estos violines tartamudos,
en la iluminada noche de la ciudad.

Sugerente poema relato lleno de buen ritmo de Nueva Orleans con violines y pollos sacrificados, con el pescuezo partido. Ambientas el tema con el colorido vivo de la ciudad y me gusta Ferreiro. Abrazo de enhorabuena.
Salud.

[enrique sanmol]

Caramba, Ferreiro, esta es "otra sentimentalidad", más áspera y nocturna, de violines rotos y muerte entre neones y leds que parecen querer trasladarnos al lado más oscuro de la ciudad...

Un placer la lectura, compañero. Un fuerte abrazo.

[J. J. Martínez Ferreiro]

He sentido escalofríos y no sé muy bien
si es por la profundidad del jarrón y su contenido,
o esos personajes un tanto oscuros
a pesar de la iluminada noche...
¿Seguro que no te apellidas Buñuel?
Me ha encantado la lectura, señor Ferreiro,
aunque igual me fui por otros cerros...
Genial. Un abrazo y feliz otoño.

Gracias, amiga Rosario, por abrir este tema con tan especial generoso y original comentario.
Sí, tienes razón, salvando las distancias el poema tiene un cierto aire “de Buñuel”.

Un bico.

[Pilar Morte]

Estas imágenes son fuertes y sobrecogen. Un poema cuyo simbolismo aprieta. Un gusto leerte.
Besos
Pilar

[xaime oroza carballo]

LXXXIII
En la mesa de la cocina,
una mujer desenfocada
corta el cuello a unos pollos y luego los despluma.
La mujer pinta sus labios de negro.
Se asoma a la ventana.
Besa a un hombre a su lado
que grita levantando los pollos desplumados y sanguinolentos,
a la iluminada noche de la ciudad.

Una música de violines
aviva el oleaje de las calles,
y más allá, en las afueras, en los lindes anónimos,
se siente el grito de los pollos, los violines desenfocados,
los labios negros de los hombres en las mujeres sanguinolentas,
en la iluminada noche de la ciudad.

LXXXIV
Las luces de la calle provenían
de las televisiones y los ordenadores,
que titilaban sus colores tartamudos tras las ventanas.
Se acercó a mí,
mal encarada, la mezquina mujer de la limpieza
que vaciaba un jarrón con cabezas de pollo dentro.
—Por qué usted grita
y por qué besa a la mujer de labios negros.
Por qué suenan estos violines tartamudos,
en la iluminada noche de la ciudad.

Moi fermoso, meu.
Unha aperta

[J. J. Martínez Ferreiro]

Perturbadores versos querido amigo...
Un gusto leerte...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

Graciñas, lunamar, por tu paso y generosos comentarios. Es un honor que disfrutes de estas "Estaciones sentimentalesW


Un bico.

[J. J. Martínez Ferreiro]

Quçe bien suena y queda la estación sentimental nocturna.

Un abrazo

Gracias, Guillermo, por asomarte a esta ventana nocturna.

Un abrazo.

[Rafel Calle]

Hermoso e interesante trabajo, amigo Ferreiro.
Abrazos.

[J. J. Martínez Ferreiro]

Sugerente poema relato lleno de buen ritmo de Nueva Orleans con violines y pollos sacrificados, con el pescuezo partido. Ambientas el tema con el colorido vivo de la ciudad y me gusta Ferreiro. Abrazo de enhorabuena.
Salud.

Gracias, maestro González. Me gustó esa conexión que estableces con algunos ritos de vudú que se realizan en Nueva Orleans.

Salute y surrealismo.

[Marisa Peral]

[quote="J. J. Martínez Ferreiro"]LXXXIII


En la mesa de la cocina,
una mujer desenfocada
corta el cuello a unos pollos y luego los despluma.
La mujer pinta sus labios de negro.
Se asoma a la ventana.
Besa a un hombre a su lado
que grita levantando los pollos desplumados y sanguinolentos,
a la iluminada noche de la ciudad.


Extraordinario poema...
Esta estrofa estremece, me ha hecho pensar en el "candomblé" de las tribus orishas de Brasil, esos pollos con el pescuezo retorcido... y la noche iluminada, ajena a estos rituales.
Me ha gustado mucho.
Biquiños.