La casa en mi piel

[Ramón Carballal]

Ya sé que vendrás, madre, con tu cabello gris
y tu voz de trino.

Amanece en esta casa de telarañas viejas,
quien ansía el fluir no escuchará el golpe del metal
sino la melancolía fugitiva de los instantes,
el azul en la tiniebla que crece.

Cada día escribe un palimpsesto
en las grietas de la caoba,
desde la esgrima de mi almohada
surcos de polvos mágicos
encienden el universo mínimo del existir.

Una ruleta dócil cuando llega el milagro
del sol con la elegancia de la noche interrumpida
y un clavel en su tierno pecho.

Se acurruca con la liviandad del auxilio
-sabe, conoce la alquimia de los duendes-
y gira o ejerce su baile de silencio
en la doctrina universal de la costumbre.

Tan fácil este cosmos de margaritas rojas,
de espejos en éxtasis,
de adornos que fingen un misterio para ser futuro.

Yo dejé una cola de episodios o secretos,
cada cuál vuelve a su memoria como un lince despierto
y mira y comprueba que hay signos de su paso,
máculas que nadie ve
en el resplandor desvaído de un nombre.

[Lunamar Solano]

Muy profundos y sensibles tus versos querido amigo... un recorrido interior que conmueve...
Un gusto siempre...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

[Hallie Hernández Alfaro]

Excelencia y belleza a partes iguales, querido amigo.

Abrazo y mis sinceras felicitaciones.

[Carmen Parra]

Extraordinario poema en el que la presencia de la madre llena cada rincón,
tomando vida en bellos recuerdos
Un abrazo Ramón
Carmen

[José Manuel F. Febles]

Excelente poema, donde no dejas nada apartado del recuerdo, sueños y más sueños cuando una madre lo necesita todo, desde lo hondo del corazón.


Un abrazo,entrañable, amigo Carballal, desde la soledad de mim isla.


José Manuel F- Febles

[Pilar Morte]

Precioso, Ramón, este poema de nostalgia y recuerdos. Me gustó mucho
Besos

[Rafel Calle]

Hermoso y sentido trabajo, amigo Ramón.
Abrazos.

[Alonso Vicent]

Ya sé que vendrás, madre, con tu cabello gris
y tu voz de trino.

Amanece en esta casa de telarañas viejas,
quien ansía el fluir no escuchará el golpe del metal
sino la melancolía fugitiva de los instantes,
el azul en la tiniebla que crece.

Cada día escribe un palimpsesto
en las grietas de la caoba,
desde la esgrima de mi almohada
surcos de polvos mágicos
encienden el universo mínimo del existir.

Una ruleta dócil cuando llega el milagro
del sol con la elegancia de la noche interrumpida
y un clavel en su tierno pecho.

Se acurruca con la liviandad del auxilio
-sabe, conoce la alquimia de los duendes-
y gira o ejerce su baile de silencio
en la doctrina universal de la costumbre.

Tan fácil este cosmos de margaritas rojas,
de espejos en éxtasis,
de adornos que fingen un misterio para ser futuro.

Yo dejé una cola de episodios o secretos,
cada cuál vuelve a su memoria como un lince despierto
y mira y comprueba que hay signos de su paso,
máculas que nadie ve
en el resplandor desvaído de un nombre.

La madre, el ladrillo, la casa... los llevamos puestos. Las telarañas pueden llegar a ser un complemento de todos los recuerdos que amontonamos hasta el final de los instantes.
Este fue uno, entre tus versos.
Un abrazo, Ramón, y encantado de leerlo.

[Ramón Carballal]

Muy profundos y sensibles tus versos querido amigo... un recorrido interior que conmueve...
Un gusto siempre...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

Gracias, Lunamar, por tus palabras. Un abrazo.

[Ramón Carballal]

Excelencia y belleza a partes iguales, querido amigo.

Abrazo y mis sinceras felicitaciones.

Gracias por tu generosidad, Hallie. Un abrazo, amiga.

[Ramón Carballal]

Extraordinario poema en el que la presencia de la madre llena cada rincón,
tomando vida en bellos recuerdos
Un abrazo Ramón
Carmen

Te agradezco esas palabras, Carmen. Un abrazo.

[Ramón Carballal]

Excelente poema, donde no dejas nada apartado del recuerdo, sueños y más sueños cuando una madre lo necesita todo, desde lo hondo del corazón.


Un abrazo,entrañable, amigo Carballal, desde la soledad de mim isla.


José Manuel F- Febles

Gracias, José Manuel, por tu amable comentario. Un abrazo.

[Ramón Carballal]

Precioso, Ramón, este poema de nostalgia y recuerdos. Me gustó mucho
Besos

Gracias, Pilar. Me alegra que te haya gustado el poema. Besos.

[Ramón Carballal]

Hermoso y sentido trabajo, amigo Ramón.
Abrazos.

Gracias, Rafel. Un abrazo.

[Ramón Carballal]

Ya sé que vendrás, madre, con tu cabello gris
y tu voz de trino.

Amanece en esta casa de telarañas viejas,
quien ansía el fluir no escuchará el golpe del metal
sino la melancolía fugitiva de los instantes,
el azul en la tiniebla que crece.

Cada día escribe un palimpsesto
en las grietas de la caoba,
desde la esgrima de mi almohada
surcos de polvos mágicos
encienden el universo mínimo del existir.

Una ruleta dócil cuando llega el milagro
del sol con la elegancia de la noche interrumpida
y un clavel en su tierno pecho.

Se acurruca con la liviandad del auxilio
-sabe, conoce la alquimia de los duendes-
y gira o ejerce su baile de silencio
en la doctrina universal de la costumbre.

Tan fácil este cosmos de margaritas rojas,
de espejos en éxtasis,
de adornos que fingen un misterio para ser futuro.

Yo dejé una cola de episodios o secretos,
cada cuál vuelve a su memoria como un lince despierto
y mira y comprueba que hay signos de su paso,
máculas que nadie ve
en el resplandor desvaído de un nombre.

La madre, el ladrillo, la casa... los llevamos puestos. Las telarañas pueden llegar a ser un complemento de todos los recuerdos que amontonamos hasta el final de los instantes.
Este fue uno, entre tus versos.
Un abrazo, Ramón, y encantado de leerlo.

Gracias, Alonso, por la lectura y el amable comentario. Un abrazo.