Un hombre

[Miguel Janariz]

Un hombre desea respirar el aire en calma,
y observar con su frente callada, como nubes peregrinas caminan a paso lento por el cielo, después, mirar las hojas del fresno entre el temblor del viento,
y sentirse afortunado.


Un hombre desea sentirse en calma con las piedras,
con los árboles, con las hojas, ser oro que reluce desde el cerro,
ser diamante puro y luego desvanecerse en una rosa.

Un hombre desea implicarse entre afectos y miradas
y que le comprendan en el albor del crepúsculo, cuando la tarde va cayendo, no importa que día de mayo, ni de qué año,
y así, resucitar de tanto infortunio y forjarse un hombre nuevo.

Un hombre necesita acostarse en su lecho con alguien que le quiera,
aunque solo sea una persona
en el lugar más recóndito del mundo,
aunque solo sea su perro manso y fiel
o su gato desmelenado que le mira con ternura.


El hombre definitivamente necesita a la mujer
para que le acompañe en el transito de sus días,
y juntos, cogidos de la mano
sentir las estaciones
el silencio de los inviernos
el deseo incontrolado
la burla del espacio y del tiempo y encontrar en su regazo
por fin,
el gozo a manos llenas.

El hombre desea tantas y tantas cosas
que permanece errático sobre la noche,
y necesita gritar aunque nadie le escuche,
aunque su tristeza suene solo como un relámpago ingenuo en la montaña.


El hombre necesita
sentirse el rey del universo
seguir creyendo en el mundo
aunque le oprima en su pecho una enredadera.

Y escuchar como la tarde se apaga lentamente,
como tantas y tantas tardes que han muerto y que seguirán muriendo
en el transcurso de los años
pero que dejaron huellas imborrables
de amores encontrados, de mujeres y hombres y renovados.


Hay tantos y tantos días,
y tantas y tantas noches,
y tantos y tantos días,
que uno ha visto,
tantos y tantos claros en el cielo,
y tantas nubes blancas, azules, amarillas,
sonrientes y agradecidas,
que atraviesan el aire sembrando el cielo
de alegrías y esperanzas,
de verdes ríos y de risas,
que por todo esto muero, y porque hace frío y la noche
ha caído sobre mi alma, y por esa sana costumbre de desear el placer, el hombre necesita que le dejen en paz,
con su intrínseca emoción del color de la inocencia,
flotando por el ancho espacio sideral,
cerquísima de las estrellas.

[Hallie Hernández Alfaro]

Es muy hermoso este poema, Miguel. Vas recorriendo y creando a pulso, mundos reconocibles muy bien articulados.

Un gusto aplaudir tus buenas letras.

Salud y felicidad.

[Guillermo Cumar.]

Cambiar el ten con ten. Abrir futuro. Cual animal herido comer ... follar... dormir...
y sin sacrificar el territorio en el que la vida fluye, "hacer camino al andar".

Un abrazo