
LA GRAN AUSENTE
tal vez no supe amar,
escondí mis deseos incumplidos,
no detecté efervescentes matices del desconsuelo,
trapicheé con la locura gramos de delirio
en bares, pubs, clubs de relax.
Tal vez algo no iba bien,
hice amigos en muchas partes,
algunos conocieron mi historia, otros no
-mi historia es muy amplia para contarla entre tragos y bendiciones al alba-
, no dejé indiferente a nadie
-es el misterio el que se oculta entre barras-.
Tal vez fui infierno para las huellas de dios
-ese amor idealizado y descontrolado-
.
El caso es que el hundimiento de mis escándalos coincidió con la manía de las habitaciones.
Nunca más fuiste princesa
-quizá nunca llegases a serlo-.
Sin embargo, sí fuiste el precio del pensamiento poético.
Con él construí palacios que me insensibilizaron.
No recuerdo a las prostitutas, ni a los indigentes, ni a los borrachos, ni a los camareros, ni a los guardias que fingían hacerme un favor.
O sí.
Quizá haya sabido amar a un millón de personas equivocadas.
Quizá el alcohol me siente mal, y la fiesta todavía siga haciendo ruido en mis sienes.
No lo sé, ni sé cómo llamarte.
No tengo tu número de teléfono.