mandarte flores el día de Todos los Santos,
y luego no llamar por tu cumpleaños
porque olvidé tu nombre. Era un sábado gris
y la tarde tenía sabor a piedra.
Disculpa que mi encefalograma sea plano,
mi nariz no tan grande
para recorrer la proa de tu quejido.
Eso sí,
me duele cuando lloras.
Entiendo esa patada en la puerta
que se duerme en los quirófanos.
Que retiraras lo invertido
en el banco de nuestra miserable vida,
sin dejar un centavo para cerveza, aún sabiendo
que estamos en la calima de invierno.
Dicen que matar tiene otro nombre
y las ovejas se llaman Dolly,
una penosa coincidencia del destino.
Tanta, que ya no puedes enamorarme:
tu muerte añadió otro extraño capítulo
a la crónica de sucesos.
Y así, con olor a tierra me alejo,
a rueda de podredumbre,
sin mirarte a los ojos; una vez más,
donde estuvo la pasión
la ira,
bien aguanta un olvido.
ArmiloBo