Y toco las flores.
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Sólo mi desvelo y el
amor que lo provoca,
comprenden lo que siento
en estas horas…
donde el conticinio
es un compás sin notas,
bajo el velo negro de
las sombras.
La tristeza es una
vieja amiga que habita
el fondo de mi pecho…
mis ojos, carruseles
que giran sobre las
paredes de mi alcoba
y las lámparas
del techo.
La lluvia y el viento de
levante golpean mi
memoria provocando
la nostalgia de todos
mis recuerdos.
¡Sólo guardo en mi baúl
el mástil de mi vida
y las velas de mis
sueños…!
Me levanto y me siento
en el sillón de siempre:
quiero escribirte un verso
de amor en una hoja de
jazmín… pero no
puedo…
¡Mis lágrimas mojan mis
mejillas y los folios
de mi bloc…!
Vacío el pozo de mis
sentimientos y sólo
encuentro el hueco de tu
ausencia y la espada
del dolor…
El tren de mi esperanza
descarrila… ¡las linfas
de mi sangre no tienen
fuego!
Me voy a la cocina
y me hago un cafetito
con leche… y después,
me pongo música
de Wagner.
¡oh, qué soledad más grande
tengo…!
Me asomo a la ventana
y miro el cielo: sólo
una nube se fija en
mí, tan sólo la cruz de
mi escapulario, oye
los latidos de mi
pecho.
Entorno mis ojos y
toco las flores para
sentir la vida entre mis
manos…
y hallar la luz de
tu mirada, para que
me alumbre en esta noche
fría y conduzca por la
senda que llega hasta
tu lado.
Autor: Francisco López Delgado
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