Editorial Alaire

...

El maestro se empeñaba en acotar el cielo,
los niños le miraban sorprendidos.
Señalaba con el dedo las estrellas,
las nombraba. El maestro dictaba
mientras el cielo y los niños se le escapaban,

mientras se le escapaban los niños y el cielo.

...

Ignacio Mincholed escribió:...

El maestro se empeñaba en acotar el cielo,
los niños le miraban sorprendidos.
Señalaba con el dedo las estrellas,
las nombraba. El maestro dictaba
mientras el cielo y los niños se le escapaban,

mientras se le escapaban los niños y el cielo.

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Un poema que me resulta de contenido profundo. Y lo que más me hace aplaudirlo es la congruencia de su argumentación. Todo tiene sentido, pero nada es explícito. Diríamos que es la magia de la poesía. Conlleva varias lecturas, desde el idealismo ingenuo hasta la ninguneada (menosprecio) cruel.

Un abrazo, compañero.
Óscar

Contundente. Lo comprendo.
Abrazos
Pilar

Astronomía, vida, ego, emoción. Me ha encantado este momento poético.

Abrazo y felicidad, Ignacio.

Breve y contundente tu poema Ignacio. Me gustó.

saludos

rafael

Ignacio Mincholed escribió:...

El maestro se empeñaba en acotar el cielo,
los niños le miraban sorprendidos.
Señalaba con el dedo las estrellas,
las nombraba. El maestro dictaba
mientras el cielo y los niños se le escapaban,

mientras se le escapaban los niños y el cielo.

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Qué bonito juego de palabras en este breve.
Felicidades compañero.
Un abrazo grande.

Como buen poema breve dice mucho en pocos versos. Te felicito. Un abrazo.

Un corto “largo y profundo” como ese cielo o el sistema nervioso de ese niño “innumerable”.

Un abrazo, colega Ignacio.

Me da que todos hemos sido o tenido un maestro de esos y también hemos sido o querido ser estrella y niño. Me da que hay más en el poema y que me gusta todo por igual.
Un abrazo.
Pepa

Un maestro puede tener en una mano la verdad, y en la otra el corazón de la bondad, y cuando se pierde la inocencia se nos escapa.
Ese maestro que siempre guarda bajo sus alas la protección de nuestro viaje.
Te dejo mi interpretación personal, me gustan estos poemas que pueden resultar reveladores.
Gracias.
Un abrazo

El empeño del maestro hace empeño en el poeta y este cuenta niños, cuenta estrellas.

Un abrazo

Óscar Distéfano escribió:

Ignacio Mincholed escribió:...

El maestro se empeñaba en acotar el cielo,
los niños le miraban sorprendidos.
Señalaba con el dedo las estrellas,
las nombraba. El maestro dictaba
mientras el cielo y los niños se le escapaban,

mientras se le escapaban los niños y el cielo.

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Un poema que me resulta de contenido profundo. Y lo que más me hace aplaudirlo es la congruencia de su argumentación. Todo tiene sentido, pero nada es explícito. Diríamos que es la magia de la poesía. Conlleva varias lecturas, desde el idealismo ingenuo hasta la ninguneada (menosprecio) cruel.

Un abrazo, compañero.
Óscar

Cierto, Óscar, propongo diferentes lecturas pero no incluyo el menosprecio.
Gracias por tus lecturas siempre atentas al detalle.

Un fuerte abrazo.
Ignacio

Pilar Morte escribió:Contundente. Lo comprendo.
Abrazos
Pilar

Es muy de agradecer la inteligencia del lector.
Gracias por la nota, Pilar.

Un abrazo.
Ignacio

Hallie Hernández Alfaro escribió:Astronomía, vida, ego, emoción. Me ha encantado este momento poético.

Abrazo y felicidad, Ignacio.

Gracias Hallie, siempre atenta.

Un abrazo.
Ignacio

Ignacio Mincholed escribió:...

El maestro se empeñaba en acotar el cielo,
los niños le miraban sorprendidos.
Señalaba con el dedo las estrellas,
las nombraba. El maestro dictaba
mientras el cielo y los niños se le escapaban,

mientras se le escapaban los niños y el cielo.

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Precioso!

Y ya no hay marcha atrás. Se escurre como una pastilla de jabón entre las manos.

Un saludo.