Con el bieldo de los dedos y la palma inocua de mis manos

[Francisco López Delgado]

Con el bieldo de los dedos y la palma
inocua de mis manos.


Muchas veces -cuando mis padres dormían la
siesta-, me iba a deambular por al campo… y
me tumbaba bajo la sombra de una frondosa
higuera, para mirar el cielo azul…
y me quedaba extasiado, al contemplar su
belleza y su inescrutable infinitud…

y a una nube muy pequeña, que en su armonioso
caminar, se iba transformando en un montón de
formas muy diversas: en un lobo, en una
oveja, en un rechoncho rey con bigote
y barba blanca, en un querubín tocando el
arpa, o en una mujer muy bella…

Una suave brisa acariciaba mi frente
sudorosa, mientras rozaba, con la palma
de mis manos, la hierba fresca, salpicada
de vistosas campanillas y amapolas y
mis sueños revolaban por el aire, entre
destellos de luz y sombras.

De vuelta a casa, regresaba en silencio y
muy despacio, para ver si sorprendía a
los canarios mientras trinaban en las ramas,
a los lagartos durmiendo sobre las piedras,
-o entre los juncos y las cañas del chilanco-
a los grandes sapos y a las pequeñas ranas…

al tiempo que se oía el lejano canto de
un cuco, el chirriar de una chicharra, a
una perdiz titeando entre los rastrojos,
o el aguijar de los arrieros llevando
sobre sus mulas los haces de taramas:

¿De dónde vienes Paquito?... ¿Dónde has estado?”
- me preguntaba -apretujándome contra su
pecho-, mi madre

¡De dar una vuelta por el campo…!
¡Ay Señor, qué niño más travieso, Dios quiera
que nunca te pase nada!

Y después, me iba al corral… y me sentaba
Junto a la puerta, para ver cómo titaban
los pavos y removían el estiércol
las gallinas… y cómo -después de pisarlas-,
se sacudían las plumas los gallos… mientras
dibujaba girasoles y casas en el
suelo, y aventaba la tierra con el bieldo
de los dedos y la palma inocua de mis manos.
_________________________________

Autor; Francisco López Delgado
Derechos reservados

[E. R. Aristy]

Con el bieldo de los dedos y la palma
inocua de mis manos.


Muchas veces -cuando mis padres dormían la
siesta-, me iba a deambular por al campo… y
me tumbaba bajo la sombra de una frondosa
higuera, para mirar el cielo azul…
y me quedaba extasiado, al contemplar su
belleza y su inescrutable infinitud…

y a una nube muy pequeña, que en su armonioso
caminar, se iba transformando en un montón de
formas muy diversas: en un lobo, en una
oveja, en un rechoncho rey con bigote
y barba blanca, en un querubín tocando el
arpa, o en una mujer muy bella…

Una suave brisa acariciaba mi frente
sudorosa, mientras rozaba, con la palma
de mis manos, la hierba fresca, salpicada
de vistosas campanillas y amapolas y
mis sueños revolaban por el aire, entre
destellos de luz y sombras.

De vuelta a casa, regresaba en silencio y
muy despacio, para ver si sorprendía a
los canarios mientras trinaban en las ramas,
a los lagartos durmiendo sobre las piedras,
-o entre los juncos y las cañas del chilanco-
a los grandes sapos y a las pequeñas ranas…

al tiempo que se oía el lejano canto de
un cuco, el chirriar de una chicharra, a
una perdiz titeando entre los rastrojos,
o el aguijar de los arrieros llevando
sobre sus mulas los haces de taramas:

¿De dónde vienes Paquito?... ¿Dónde has estado?”
- me preguntaba -apretujándome contra su
pecho-, mi madre

¡De dar una vuelta por el campo…!
¡Ay Señor, qué niño más travieso, Dios quiera
que nunca te pase nada!

Y después, me iba al corral… y me sentaba
Junto a la puerta, para ver cómo titaban
los pavos y removían el estiércol
las gallinas… y cómo -después de pisarlas-,
se sacudían las plumas los gallos… mientras
dibujaba girasoles y casas en el
suelo, y aventaba la tierra con el bieldo
de los dedos y la palma inocua de mis manos.
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Autor; Francisco López Delgado
Derechos reservados

Una maravilla! Me transportan tus versos a mi propio ensimismamiento.
Tus contemplaciones elevan la realidad de quienes ven los sueños y quienes los sueñan. Mi admiración y respeto, Francisco. ERA

[Francisco López Delgado]

Con el bieldo de los dedos y la palma
inocua de mis manos.


Muchas veces -cuando mis padres dormían la
siesta-, me iba a deambular por al campo… y
me tumbaba bajo la sombra de una frondosa
higuera, para mirar el cielo azul…
y me quedaba extasiado, al contemplar su
belleza y su inescrutable infinitud…

y a una nube muy pequeña, que en su armonioso
caminar, se iba transformando en un montón de
formas muy diversas: en un lobo, en una
oveja, en un rechoncho rey con bigote
y barba blanca, en un querubín tocando el
arpa, o en una mujer muy bella…

Una suave brisa acariciaba mi frente
sudorosa, mientras rozaba, con la palma
de mis manos, la hierba fresca, salpicada
de vistosas campanillas y amapolas y
mis sueños revolaban por el aire, entre
destellos de luz y sombras.

De vuelta a casa, regresaba en silencio y
muy despacio, para ver si sorprendía a
los canarios mientras trinaban en las ramas,
a los lagartos durmiendo sobre las piedras,
-o entre los juncos y las cañas del chilanco-
a los grandes sapos y a las pequeñas ranas…

al tiempo que se oía el lejano canto de
un cuco, el chirriar de una chicharra, a
una perdiz titeando entre los rastrojos,
o el aguijar de los arrieros llevando
sobre sus mulas los haces de taramas:

¿De dónde vienes Paquito?... ¿Dónde has estado?”
- me preguntaba -apretujándome contra su
pecho-, mi madre

¡De dar una vuelta por el campo…!
¡Ay Señor, qué niño más travieso, Dios quiera
que nunca te pase nada!

Y después, me iba al corral… y me sentaba
Junto a la puerta, para ver cómo titaban
los pavos y removían el estiércol
las gallinas… y cómo -después de pisarlas-,
se sacudían las plumas los gallos… mientras
dibujaba girasoles y casas en el
suelo, y aventaba la tierra con el bieldo
de los dedos y la palma inocua de mis manos.
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Autor; Francisco López Delgado
Derechos reservados

Una maravilla! Me transportan tus versos a mi propio ensimismamiento.
Tus contemplaciones elevan la realidad de quienes ven los sueños y quienes los sueñan. Mi admiración y respeto, Francisco. ERA

Gracias amiga Era. Es difícil encontrar personas que sintonicen con los sentimientos ajenos, como lo haces tú. Recibe un fraterna abrazo con todo mi afecto.

[Carmen Parra.]

Toman vida los recuerdos en tus versos Francisco
me han gustado mucho
Un abrazo
Carmen

[Francisco López Delgado]

Toman vida los recuerdos en tus versos Francisco
me han gustado mucho
Un abrazo
Carmen

Muchas gracias amiga Carmen. Eres muy amable. Te envío un fuerte abrazo.

[Guillermo Cumar.]

El poema que describe tus años niños se me acopla con perfecta pulcritud. Así que no tengo más remedio que aplaudir tus formas y
nostalgias. Campestres somos cual árboles y zarzas y hierbas y tomillo. Qué bien dibujas el cambio y el recambio de las nubes que
nos ofrecen sus apariciones asidua y gratamente. Qué delicia oir a pájaros cantores rondando en su discurso.
En las nocturnas sombras de la noche me enseñaba el lobo sus colmillos y sus tretas con engaño ardían en temores míos

Yo fui de pueblo hasta los once años. y luego, hasta los 16 en los veranos . Resucité en el campo ya a los veintiuno y un verano.

Luego me divorcié del campo y con concursos y premisas y presagios, pisé el asfalto y desde entonces me agarro a ese contacto,
y a la espera estoy de que suceda lo que cualquier día y a cualquier hora me ha de suceder a partir de mis setenta.

Soy palentino del norte, casi cantabrón y a todas luces de los lugares, gozos y sombras que tu has dicho y calibrado

Un abrazo

P.D. : Si necesitas aire para el bieldo me lo cuentas.

[Francisco López Delgado]

El poema que describe tus años niños se me acopla con perfecta pulcritud. Así que no tengo más remedio que aplaudir tus formas y
nostalgias. Campestres somos cual árboles y zarzas y hierbas y tomillo. Qué bien dibujas el cambio y el recambio de las nubes que
nos ofrecen sus apariciones asidua y gratamente. Qué delicia oir a pájaros cantores rondando en su discurso.
En las nocturnas sombras de la noche me enseñaba el lobo sus colmillos y sus tretas con engaño ardían en temores míos

Yo fui de pueblo hasta los once años. y luego, hasta los 16 en los veranos . Resucité en el campo ya a los veintiuno y un verano.

Luego me divorcié del campo y con concursos y premisas y presagios, pisé el asfalto y desde entonces me agarro a ese contacto,
y a la espera estoy de que suceda lo que cualquier día y a cualquier hora me ha de suceder a partir de mis setenta.

Soy palentino del norte, casi cantabrón y a todas luces de los lugares, gozos y sombras que tu has dicho y calibrado

Un abrazo

P.D. : Si necesitas aire para el bieldo me lo cuentas.

¡Pero qué bonito Guillermo...! Se me han saltado las lágrimas cuando lo leía! Tu comentario, merece la categoría de gran poema, porque lo dices con el alma y lo escribes con el corazón. Tu soplo, ya está aventando las mieses de mi alma.

[Silvia Savall]

Sabes como hacer vivir tus versos y llevarme de la mano hacia tu infancia.
Un gusto leerte compañero.
Un abrazo grande.

[Concha Vidal]

Díme Francisco, díme el nombre del pueblo donde ocurrían tantas maravillas.

Abrazos mediterráneos

[Francisco López Delgado]

Sabes como hacer vivir tus versos y llevarme de la mano hacia tu infancia.
Un gusto leerte compañero.
Un abrazo grande.

Gracias Silvia. Un abrazo muy fuerte.

[Francisco López Delgado]

Díme Francisco, díme el nombre del pueblo donde ocurrían tantas maravillas.

Abrazos mediterráneos

Concha, nací -y viví hasta los quince años-, en un pueblo de la campiña cordobesa, que se llama Fernán-Núñez. Mis primeras vivencias están vinculadas a él: su campo, sus casas, su cielo, sus atardeceres, sus amaneceres... todo lo llevo dentro de mi alma. Gracias por todo amiga. Recibe un fuerte abrazo.

[Rafel Calle]

Hermoso e interesante trabajo de Francisco.

[Cecilia Martos]

De la mano de tus hermosos versos he disfrutado el recorrido, precioso tu poema, ha sido un placer leerte, un fuerte abrazo Poeta.

Cecilia

[Josefa A. Sánchez]

Pintas el cuadro de tantos pueblos y tantas infancias rurales que han sido a lo ancho y largo de esta tierra nuestra. Gracias por compartir.
Un abrazo.
Pepa

[Francisco López Delgado]

Gracias Pepa. Cada día recuerdo con mayor intensidad mi infancia. Recibe un afectuoso abrazo.