pájaro sin nombre,
mientras mis dedos
recorren las teclas de tus pestañas.
Mássimo Dutti queda atrapado en la corva de mi nuca,
tal vez espera que su aroma me pervierta sin remedio.
No temas, la caída impecable del corte negro-azulado
seguro Dolce Gabbana y Versace
en doble nudo y corbata cumplen su cometido.
Piensas que la arruga es bella y dejas al cocodrilo asomar los calcetines.
¡Ay esquina que ríes a su llegada!
Los fuegos artifícales se miden por los oooooeeeeeeeeesssssss,
un minuto
mientras la pólvora relincha cáusticamente incierta…
¡Pobre ingenuo, maniquí de ejecutivo¡
¿Aún no sabes que prefiero la lavanda? ¿Un cangrejo en la pamela?
Y por supuesto una mochila a la espalda sin remembranzas a Hermés?
Te lo advierto por si intentas conquistarme.
Y es que, amigo, no es posible a la tormenta
descender los torvos en teleférico esquiando el arco iris.
(A pesar del tiempo que tiene, Massimo Dutti sigue haciendo de las suyas... pues bien, yo de las mías, y reedito este poema. Hoy en Alicante juega la Selección contra Albania y/o viceversa, con la que está cayendo..., no hay sitio para más banderas rojigualdas, en este caso.)