Noviembre

[Marius Gabureanu]

Dejaré de tomar cerveza en noviembre
al lado del mar.
No hay nada peor que mirar las olas
que se desfiguran una a la otra
y sólo queda un cordón de espuma verdiblanca
infinito e ineficaz
como las ganas de masturbarse sin propósito,
que suele cambiar de madrugadas
con la desenvoltura de una mujer que ya no tiene razones para amar
y llena su bolso de muñecos eléctricos
y de palillos de sushi.
Cuando la vi, el horizonte enredado en su pelo,
los tiburones comenzaban acercarse a la playa
en números impares
y sus espaldas brillaban como un filón de plomo
sumergido en aceite.
Concentrados en la arena del temor
los nombres tibios de la materia
alcanzaban impredecibles rasgos de vanidad.
El camarero apareció con la cabeza nevada
y una cuenta de crepúsculos deshabitados
y me dijo que lo habían encerrado en el frigorífico
pero yo supe que había que tocar a la puerta de otros infiernos,
que los tiburones no iban a quedarse mucho en la orilla
y ella aún intentaba saber el color de todas las olas
con el cabello enredado en el horizonte
y sostenida por las frases más ambiguas
de los que estábamos en el bar
y confundíamos la pubertad de esa mañana cualquiera
con nuestros trozos de alma
como algas atrapadas en noviembre.

[Hallie Hernández Alfaro]

Este noviembre se muere de amor, querido amigo o quizás vive de él en cada orilla que resplandece, en cada ola que defiende el brillo de lo irremediable.

Un poema inmenso, completísimo y hermoso, muy hermoso.

Abrazo y felicidad.

[Marius Gabureanu]

Muchas gracias por leerme, Hallie. Me parece muy difícil explicar el amor. Los contornos de todo cuanto hemos vivido se revuelven en ese intento. Este poema, como otros míos, es una hilera de intentos, que por lo menos me ubican al borde de saber quien soy. Mis abrazos, querida amiga.

[Rosa Marzal]

Inmensa belleza la de este noviembre que amanece impregnado de melancolía, y en el que se enredan las algas de la memoria
Me ha encantado, querido amigo.

Feliz fin de semana, Marius.
Abrazos.

[Rafel Calle]

Los mejores poemas de Marius Gabureanu en Alaire.

[xaime oroza carballo]

Dejaré de tomar cerveza en noviembre
al lado del mar.
No hay nada peor que mirar las olas
que se desfiguran una a la otra
y sólo queda un cordón de espuma verdiblanca
infinito e ineficaz
como las ganas de masturbarse sin propósito,
que suele cambiar de madrugadas
con la desenvoltura de una mujer que ya no tiene razones para amar
y llena su bolso de muñecos eléctricos
y de palillos de sushi.
Cuando la vi, el horizonte enredado en su pelo,
los tiburones comenzaban acercarse a la playa
en números impares
y sus espaldas brillaban como un filón de plomo
sumergido en aceite.
Concentrados en la arena del temor
los nombres tibios de la materia
alcanzaban impredecibles rasgos de vanidad.
El camarero apareció con la cabeza nevada
y una cuenta de crepúsculos deshabitados
y me dijo que lo habían encerrado en el frigorífico
pero yo supe que había que tocar a la puerta de otros infiernos,
que los tiburones no iban a quedarse mucho en la orilla
y ella aún intentaba saber el color de todas las olas
con el cabello enredado en el horizonte
y sostenida por las frases más ambiguas
de los que estábamos en el bar
y confundíamos la pubertad de esa mañana cualquiera
con nuestros trozos de alma
como algas atrapadas en noviembre.

La luz espuria del horizonte de noviembre se hace agridulce entre las algas. Sobrecoge el sentimiento tu canto, amigo.
Un abrazo.