La calle de los siete árboles

[Marius Gabureanu]

Si no fuera por ese coche con el motor encendido,
diría que la calle sólo tiene siete árboles.
¿Qué hago parado frente al vacío
con mi neceser de almas destrozadas,
haciéndome dueño de una noche tan clara?
¡Oh, no merezco estar vivo,
no merezco ni al gato que lamiera mi cuerpo frío
y que ahora me vigila desde los tejados
y de vez en cuando se distrae
mirando un hilo de polvo
que serpentea en su caída!
Pero, tal vez, soy yo el gato que te mira
y tú, mi vida, un hilo de polvo
entre tantos hilos de polvo,
y la voz que nos describe
no es más que un ruido
atascado en la nocturnidad.
Ya siento la otra piel cómo me cubre.
Como las hienas al alba
le sonrio a mi propio cadáver
y él se aleja por la calle de los siete árboles.

[J. J. Martínez Ferreiro]

Eres un maestro en la descripci´´on del instante, cualquier instante, con todos sus objetos presentes y vivos, y que en tus versos se enredan en símbolos, interacciónan para llegarnos de otra manera o de la manera que revela un nuevo conocimiento que se nos transmite.

Todo un placer de lectura, amigo Marius.

Un abrazo.

[Hallie Hernández Alfaro]

Pero, tal vez, soy yo el gato que te mira
y tú, mi vida, un hilo de polvo
entre tantos hilos de polvo,
y la voz que nos describe
no es más que un ruido
atascado en la nocturnidad.

Qué construcción tan hermosa; siete árboles bien abrigados, imponentes, testigos verdes de tu magnífico don poético.

Abrazo enorme.

[Rafel Calle]

Arriba con este trabajo tan bello como interesante de Marius.
Abrazos.

[Pilar Morte]

No lo había leído y me ha encantado la transformación en la otra piel, parece real al leerlo. Felicidades.
Abrazos
Pilar

[F. Enrique]

Decirte a estas alturas que tienes una voz propia no tiene mucho sentido, Marius, pero de alguna forma hay que romper el fuego, uno va sintiendo a la vez que leo y cada verso crece en intensidad cuando parece que no puede ser posible, y lo es, de una tristeza infinita surgen los últimos versos.