El entrenador de cíclopes

[Marius Gabureanu]

Soy un entrenador de cíclopes.
Les enseño cómo mirar con un sólo ojo.
Les muestro los precipicios que están por nacer
en la palma de mi mano.
Me escondo en sus tímpanos
y grito allí todas las maldiciones que se me ocurran.
Cuando tienen una herida y su sangre chorrea ríos
hago un barquito de papel de las cartas que te escribí
y no te las mandé porque ya no sé tu dirección
y la dejo flotar hasta que se pierda de vista.
Todavía no me han llegado respuestas.
Los cíclopes y yo creemos que el alba
es otra manera de estar ciego.
Ellos no han aprendido a olvidar
y les recomiendo una dieta de agujas.
A veces les digo que todo es un sueño,
que soy yo el que no existe.
Entonces contemplo en su húmeda retina
cómo te bajas de las tranvías
y te anidas en la última luz del día
con tus collares de plata
y las pocas palabras
que no se dejan caer de tus labios
más rojos que la sangre de los cíclopes,
más húmedos que su retina.

[Hallie Hernández Alfaro]

Extraordinario; el poema viene de la genialidad y llega con ella a ese final perfecto.

Qué manera de crear; ovación sin pausa.

Abrazos, querido amigo.

[Guillermo Cumar.]

Las lágrimas caen de tu poema a decorar la imagen surrealista que concibes.
El tono de tus versos reconoce que hay holgura entre las,lineas y ese vagar
de ojo por la única retina que conserva la humedad y la presancia.

Un abrazo

[Rafel Calle]

Muy bello trabajo de Marius.

[Ventura Morón]

Realmente hermoso, forma un corpus compacto, se adentra en la desmemoria, en los sentimientos que luchan por quedarse, en las imágenes que aún, de alguna forma, se enganchan en los lóbulos de la conciencia.
Extraordinario en verdad amigo, un lujo leerte

Abrazo gigante

[Silvia Savall]

Soy un entrenador de cíclopes.
Les enseño cómo mirar con un sólo ojo.
Les muestro los precipicios que están por nacer
en la palma de mi mano.
Me escondo en sus tímpanos
y grito allí todas las maldiciones que se me ocurran.
Cuando tienen una herida y su sangre chorrea ríos
hago un barquito de papel de las cartas que te escribí
y no te las mandé porque ya no sé tu dirección
y la dejo flotar hasta que se pierda de vista.
Todavía no me han llegado respuestas.
Los cíclopes y yo creemos que el alba
es otra manera de estar ciego.
Ellos no han aprendido a olvidar
y les recomiendo una dieta de agujas.
A veces les digo que todo es un sueño,
que soy yo el que no existe.
Entonces contemplo en su húmeda retina
cómo te bajas de las tranvías
y te anidas en la última luz del día
con tus collares de plata
y las pocas palabras
que no se dejan caer de tus labios
más rojos que la sangre de los cíclopes,
más húmedos que su retina.

Otra belleza de las tuyas, para releer.
Destaco estos versos:
Los cíclopes y yo creemos que el alba
es otra manera de estar ciego.

Gracias y un abrazo grande.