Murió de pie,
mirando a la cara a sus pobres verdugos.
Acero que a robar la vida invoca,
El sable estulto del general ocioso,
Acero en las cabezas y en las botas.
Más veloz que las balas, su mirada,
Cruza el aire siniestro y vaporoso,
Y clava su perdón como una espada.
Acto final perverso y homicida,
Hombres que yerran el lance ignominioso,
Ellos pierden el alma, ella la vida.