No me engaño de la profundidad de mi muerte, y de cómo va a ser imposible enterrarme. De hecho, hay constancia de que ninguna proeza amenaza enlucir a este extraño momento en que gateando he subido por el vientre - aun tibio - de mi madre.[Entonces hablaré de eso]
Así que hablaré de eso :
sobre el ojo verde de un demonio en el cielo colorido.
Un ojo que observa desde el margen del sueño de un niño.
El ojo de un inadaptado cuya emoción reemplaza al miedo.
Todo comenzó con música
con cicatrices dejadas por canciones
escuchado en bodas de otoño con otros niños de mi edad.
Los adultos que hacían música.
La edad adulta definida por esto: la capacidad de tocar música.
Como si fuera una nota nueva, responsable de la felicidad
aparece en la voz
como si esta habilidad fuera innata en los hombres :
para ser cazador y cantante.
La música es el aliento a caramelo de las mujeres
cabello con olor a tabaco de hombres que pesan tristeza
prepárate para una pelea a cuchillo con el demonio
que acaba de irrumpir en la boda.
Música más allá del muro del cementerio.
Flores que crecen en los bolsillos de las mujeres
escolares que se asoman a las cámaras de la muerte.
Los caminos más transitados conducen al cementerio y al agua.
Ocultas solo las cosas más preciosas en el suelo—
el arma que madura con ira
corazones de porcelana de los padres que sonarán
como las canciones de un coro escolar.
hablaré de eso—
sobre los instrumentos de viento de la ansiedad
sobre la ceremonia de la boda como memorable
al entrar en Jerusalén.
Establecer el ritmo, salmo roto de la lluvia
debajo de tu corazón.
Hombres que bailan como se sacian
fuego estepario con sus botas.
Mujeres que se aferran a sus hombres en la danza
como si no quisieran dejarlos ir a la guerra.
Este de Ucrania, al final del segundo milenio.
El mundo está lleno de música y fuego.
En la oscuridad, los peces voladores y los animales cantantes dan voz.
Mientras tanto, casi todos los que se casaron han muerto.
Mientras tanto, los padres de personas de mi edad han muerto.
Mientras tanto, la mayoría de los héroes han muerto.
El cielo se despliega, tan amargo como en las novelas de Gogol.
Resonando, el canto de las personas que recogen la cosecha.
Resonando, la música de los que acarrean piedras del campo.
Resonando, no se detiene.
Escrito por Serhiy Zhadan y traducido por John Hennessy y Ostap Kin,
Ucrania.
Su seno me acojina en la fiebre puerperal de la vida, no en vano, despierto de nuevo en sus brazos.
Me llaman Nur, esa débil luz que se filtra en las primeras horas de la incertidumbre. Fue una decisión de mi padre a raíz del apagón la noche del parto. Difícil elección la de dejar que corra la sangre, se hizo lo que se pudo. Es muy común morir a consecuencia de la época y la geografía, cosas que incidentalmente empiezan a definir el origen de los colores, el sinsabor inconsecuente de la niebla del sueño.
Lo demás es un cuento, y es necesario contarlo las mil veces que el oído, atento, quiera un pedazo.
Para ello, una serie de estímulos, involuntariamente eligen un nombre, un clima, una nutrición que embargue el almendro, y envíe su descarga hasta las extremidades de esa bifurcación en el camino, donde preñada de pájaros fluorescentes, mi noche escapa.
E. R. Aristy