Berta se pone en situación, capítulo 15 de "La deriva"
Moderador: Hallie Hernández Alfaro
- Ramón Carballal
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Berta se pone en situación, capítulo 15 de "La deriva"
Al final se desperezó y salió a la calle para alquilar un coche. Si iba a estar una temporada en Coruña lo más práctico es que se hiciera con un automóvil, el trabajo quedaba en las afueras, en un polígono industrial, a unos tres kilómetros de la ciudad, al que era imposible acceder mediante transporte público. Preguntó en la recepción del hotel por alguna empresa de renting, le indicaron una que quedaba no lejos de allí, en unos bajos comerciales próximos al estadio. La tarde decaía y se acercó al paseo a ver como el sol se acostaba en el poniente, algunos jóvenes, en parejas o en grupos, apuraban los últimos rayos del atardecer, embebidos de sal y sudor ponían sus cuerpos en el escaparate de los deseos manifiestos, entre fulgores dorados de impaciencia se acosaban como perros en celo, desplegando la eterna danza de doncellas y sátiros sobre la arena aún caliente, o saltando sobre las crestas de las olas tardías como oficiantes de una bacanal de gritos y mestizajes ,de sexos despiertos y goces animales, copulando felices en pensamiento y en obra, exhibiendo dotes de juvenil concupiscencia, sin el menor pudor ni el más mínimo recato, actuando con libertad omnipotente, sin importarles lo que puedan pensar las mentes estrechas de sus mayores, que los miran escandalizados ,asomados a las barandas del paseo, o desde la atalaya de los pisos con vistas a la playa, apuntándoles con dedos deformados por la artrosis, cuchicheando a ras de suelo, pues no se atreven a levantar las voces ante la imperial exhibición de unos cuerpos insultantemente plenos, envidia de esplendores perdidos sin provecho, quieren ponerse en su lugar pero no pueden, es demasiado tarde, su época era mojigata y esta es impúdica, ¡qué le vamos a hacer, si no se puede volver atrás¡. A Berta no la podemos clasificar, es un espécimen único, no se la puede incluir en ninguna de las tipologías de paseantes, no es componente de grupo familiar con uno o dos niños, no pertenece a la tercera edad que se solaza en el tiempo distendido, por supuesto, no es bañista, ni parada de larga duración que ha aprendido a observar distraída y pacientemente la diversión ajena, ni lectora que pasa las páginas de un libro con deleite. Eso si, se ha detenido por un momento, como muchos otros, para sentarse. Su cuerpo ocupa medio banco, mientras en el otro medio la vecindad es transitoria y variada: uno que se limpia los pies de arena con una toalla mojada, otra que se sienta inerte durante veinte minutos, un joven en camiseta, pantalón corto y gafas de sol que apoya la bicicleta en la parte libre del banco, se sienta, bebe de un bidón naranja, se levanta y prosigue su pedaleo.
Será que ella no pasea, transita hacia un objetivo y eso no la une a la mayoría, tiene la impresión de que es la única que sigue esa dirección, que los demás son una marea imparable que la va a anegar, acelera el paso para salir de ese maremoto de vitalidades variopintas, ya está ante la oficina de renting. Tras un mostrador, parapetado, un hombre aparentemente desocupado lee una revista de motos, al verla se levanta, ¿en qué puedo servirla?, quisiera alquilar un coche, ¿durante cuánto tiempo?, seis meses, ¿ha pensado en que tipo de coche necesita?, si, un utilitario, es para desplazamientos cortos, tengo aquí un ibiza en muy buen estado y a un precio estupendo, es un automóvil con cinco años de antigüedad que acaba de pasar la itv, ¿de qué color es?, rojo, ¿para cuando podría tenerlo?, si usted nos trae una copia de su última nómina o un aval bancario, o nos da permiso para que su banco acredite que no tiene problemas de liquidez lo tendrá inmediatamente, creo que llevo encima un extracto de mi cuenta, déjeme ver , si ,esto puede servir, si me deja su carné de identidad y su permiso de conducir le voy tomando los datos, una vez firmado el contrato puede llevarse el coche cuando quiera, los tenemos aparcados a pocos metros de aquí, casi preferiría venir mañana, como guste, ¿a qué hora abren?,vamos a ver, mañana es viernes, a las ocho esta abierto.
Berta ya tiene coche, primer asunto arreglado, segundo, necesita ropa, se ha venido con lo puesto, debe comprar, cuando menos, un vestido, unos pantalones vaqueros , una camiseta y una chaqueta o algo que la abrigue, pero de eso puede ocuparse el fin de semana, tercero, va a llamar a su hermana, eso lo hará el sábado, no sabe si pedirle que le busque un apartamento, seguramente se lo diga sino se enfadará, no soporta que se la ignore, se pondrá en sus manos como buena hermana pequeña, se dejará aconsejar y Laura se hinchará como un pavo real. Berta se ríe sola, al imaginársela con el cuello estirado, el rostro picudo con penacho coronado , la cola irisada extendida en abanico, con vestido de seda verde apretándole las carnes, igualito que en el video clip de Maria Jiménez, moviéndose con sensual sapiencia, cloqueando consejos admonitorios como una gallina vieja y resabia. ¡Qué diferentes son!, ella sería incapaz de darse esos aires de superioridad, es tímida , no tanto como de niña cuando parecía un pajarito asustado, ahora la timidez se manifiesta más por dentro que por fuera, hacia el exterior ha aprendido las fórmulas del disimulo, una batería de gestos que encubren las emociones, una modulación de la voz constante, neutra, opaca, un muro de cortesías fugaces, esperables, un mirar controlado, impasible a las reacciones del contrario, pero hay signos que delatan un velo de inseguridades, como ese ligero temblor de los labios cuando la tensión la supera o el jugueteo inconsciente de saca-mete con el anillo que lleva en el dedo corazón de su mano izquierda, o el guiño de los ojos que con los nervios se le disparan, poniéndola en la situación apurada de una mala interpretación. Vemos, por tanto, que su nivel de autodominio, en cuanto a la imagen que presenta ante los demás, es alto, pero no absoluto. Otra cosa es su interior, allí hay un volcán activo que, con furor indómito, asola sin piedad su ánimo. Su voluntad férrea en mostrar un trabajado carácter, de apariencia tranquilo y sosegado, añade una dificultad mayor al control de esos arrebatos de pesadumbre o de exaltación que nacen con los bríos de un caballo salvaje al que hay que domesticar, un esfuerzo agotador para hacer frente a esas vacilaciones que le ponen un nudo en el estomago, a los gritos incontrolados, voces altisonantes que oye por todas partes y que le hacen perder el dominio de la situación, a la insolencia de hombres y mujeres que creen que el mundo les pertenece, a las cosas fuera de sitio , a los espacios nuevos y por lo tanto desconocidos, en resumen, a todo lo que perturbe el orden natural de su entorno. En eso no es diferente a nadie, lo que se está contando aquí le pasa a mucha gente, son actitudes que definen la timidez como lo hace, por ejemplo, el diccionario de anaya es decir: sensación de vergüenza e inseguridad que una persona siente ante algunas situaciones sociales que pueden impedir o dificultar el trato con los demás.
Laura es su antónimo, en las situaciones nuevas se crece, se envalentona, saca lo mejor de sí; en los espacios regulados, los hechos programados y la seguridad de los actos triviales se marchita como una flor sin agua. La rutina la pone de los nervios, según ella misma dice, lo que más teme es el aburrimiento de los días iguales, ver siempre las mismas caras y no dar ocasión a la sorpresa. Tiene vocación de reina de la fiesta, lee biografías de heroínas como Juana de arco , madame Curie o Marylin monroe, admira a cualquier personaje que arrastre multitudes: sea deportista, político o artista. Le gustaría, aunque no lo confiesa abiertamente, ser popular entre populares. Pagaría cualquier precio por un momento de gloria, sería famosa sin mérito porque es de las que piensa que el mérito está en la propia fama, desprecia en cambio a los que teniendo méritos no saben explotarlos lo suficiente: los escritores retraídos, los actores que no actúan fuera del escenario, los creadores en general que no se preocupan de vender sus creaciones, esperando que estas se vendan solas, sin mimar a su público, sin exhibir la aureola de su personalidad, que interesa tanto o más que su obra. Califica de cenutrios a los que Gabriel llama personas de prestigio y con cierta clase que van a lo suyo , odia lo francés por su pedantería inútil, ama más el folclore del sur que el de su propia tierra, cree que la muñeira y las pandereteiras son cosa de paletos y no se da cuenta de que también son arte. Se pondría un vestido blanco de lunares rojos con faralaes para bailar sevillanas, de hecho, lo hace en la casa de Andalucía cuando llegan a Coruña los ecos de la feria de abril. No se pondría el llamado traje regional porque considera que no favorece. Está orgullosa de su ciudad , que en su opinión no es la mejor del mundo, pero , desde luego, si es la mejor de Galicia, eso nadie lo puede discutir. La verdad es que hay que tener mucha paciencia con ella, como Gabriel sin duda la tiene ¿ como es su cuñado?. De él solo conoce detalles, ha sido un víva-la-vida, ahora es un padre responsable, ha sido un idealista y ahora tiene los pies en la tierra, ha sido joven y ahora ya no lo es. Ha sido otro del que es hoy, igual que ella, igual que Laura ,igual que cualquiera.
Cuando regresa, camino del hotel , pasa por delante de su antigua casa y oye, como cuando era niña, la risa de su hermana, que está burlándose de los chichos que le ha puesto su madre, bien apretados, con dos gomas de colores, del mandilón de las monjitas porque le queda enorme y está lleno de manchas , del ligero tartamudeo que todavía no ha logrado superar. Se está viendo, sofocada por la rabia contenida, derrotada por la impotencia de sus pocos años, los puños apretados llamándole mala, y Laura haciendo el simio, subiéndose a la cama, con la complacencia de mamá, que le ríe la gracia mientras le pone un remiendo en el mandilón y le manda tajantemente que se este quieta, que deje de lloriquear como una tonta. Las protestas de su padre desde el despacho por el jaleo que arman, el corpachón del coronel que hace chirriar el picaporte antes de entrar como un basilisco en la habitación revuelta. Está a punto de salir hacia el cuartel, le impresiona su uniforme inmaculado, la casaca caqui ajustada al tronco, resaltando la prominencia de su pecho de nadador, los botones dorados a punto de saltar, las condecoraciones de los días de desfile ,el prendedor de oro en la corbata tiesa, el bigote cuidadosamente recortado, sus ojos oscuros y su mirar frío, las manos de gigante que podrían quebrar sin esfuerzo su minúscula cabeza. Le tiene un poco de miedo, no lo puede evitar, hasta hay noches en las que está presente en sus pesadillas o ,más bien, es él la pesadilla. No puede decírselo, no se lo dijo ni de mayor, ni en los últimos instantes, cuando su cuerpo había enflaquecido tanto por la enfermedad que ella misma, siendo tan poca cosa, podría haberlo levantado en brazos para arrullarlo como a un bebé. Impresiones que tornan por la proximidad de la fachada ennegrecida de la casa familiar, cuatro pisos, el tercero, el suyo, el único que conserva los ventanales verdes de madera, que ya desde aquí abajo se aprecian carcomidos, agrietados, mordidos por la erosión de un viento que hace tamborilear los cristales de esa esquina, que es la más expuesta, por la proximidad del mar y por la ausencia de edificaciones que mitiguen las acometidas del viento del norte, ¿quién vivirá ahí, ahora?. Una sombra descorre imperceptiblemente los visillos para observar sin ser vista, hay alguien que la esta mirando sin querer mostrarse, es una figura que le resulta conocida, una mujer delgada, de pelo corto, algo más joven que ella. Quiere que esa sombra asome en el espacio mínimo de la rendija la pupila de su ojo derecho, una lente circular que le permitiría ver en la distancia como si estuviera a escasos centímetros de Berta. Es un espectro de sus querencias íntimas, que después de la presunta chiquillada vuelve a ocupar el nido de su memoria. Cuando levanta de nuevo la cabeza la sombra ya no está. Tiene la sensación de que ha sido como un desdoblamiento de su ser, un espejismo provocado por una cuarta dimensión desconocida que le ha devuelto parte de su yo, un pedazo de su alma que abandonó con dolor, y que hoy, por fin, ha conseguido recuperar.
"El poema eres tú recomponiendo el espejo que cada día rompes".
"Comprender es unificar lo invisible".
"Elijo la lluvia, porque al derramarse, muere".
"El mar está aquí, en tu silencio".
- Julio Gonzalez Alonso
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Re: Berta se pone en situación "fragmento de La deriva"
Salud.
- Ramón Carballal
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Re: Berta se pone en situación "fragmento de La deriva"
Gracias, Julio, por atreverte con esta tontería mía. Un fuerte abrazo.Julio Gonzalez Alonso escribió:Estupendo, Ramón. Pese a la densidad del texto y su extensión, consigues adentrarnos con pericia en su intríngulis. Un acierto.
Salud.
"El poema eres tú recomponiendo el espejo que cada día rompes".
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"El mar está aquí, en tu silencio".