como algunos de vuestros propios poetas también
han dicho: Porque linaje suyo somos.”
(Hechos 17:28, Apóstol Pablo en el Areópago
disputando con los epicúreos y los estoicos
sobre el Dios no conocido)
de los elementos que en el ciclo anterior ellas mismas forjaron,
recuerdo que el oro es escaso, que es fuego metálico,
que no existe alquimia sincera
sino en la colisión de densidades altísimas, sino en el furor de su corazón de neutrones.
Recuerdo que se inculpa al azar de la vida en la Tierra,
aunque la imposibilidad sea casi infinita, aunque el diseño sea quizás matemático.
Avizores, sopesando amor y justicia, se inicia la crónica de una nueva conciencia:
“cuando el pueblo hieda, miríadas vendrán por los restos.
Luego, ojalá la victoria cincele las letras. Luego, ojalá la familia, la patria,
y el divino vuelo en reposo, rediman sus alas del rol que iguala polvo a ceniza”.
Habremos vencido, aunque el tiempo persista en sus irrefutables secuencias,
aunque los poetas nieguen sus culpas: esa obsesión por usurpar pedestales,
esa necesidad de llamar “dios” a sus miedos, de atribuir a sus letras un diseño profético.
Habremos vencido si Dios nos pronuncia,
si en su sentencia no olvida el Amor, si todavía hay Misericordia
para una raza que no ahonda en sus yerros.
En los ojos abiertos, saetas… ¿Por qué el hombre es su propio enemigo?
Con las manos llevo el agua a la boca mientras muchos sumergen su rostro en el río.
Sólo quiero saber lo que pasa. Sólo quiero que la muerte me encuentre aún vivo.
Sólo quiero extraer de este delirio la paz, el divino metal, las seguras corazas.
Se divisa la espada – multiplicar y restar son lo mismo en batalla –,
su frío susurra la sangre del pecho, ese sabor a cosas perdidas,
a alternativas que no se cuajaron, a puertos en los que las tormentas no cesan.
Veintidós mil abandonaron Galaad y diez mil
se apoyaban en la fuerza del brazo, en la pequeña visión de sus grandes distancias.
Quedamos entonces trescientos…, un semillero incontable: trescientos…
Arenas del mar, cosas que son y no vemos, mensajes en botellas galácticas,
evitando el Gran vacío de Eridanus, venciendo la Gran Muralla de Boss
para comparecer en el valle,
bajo la colina de More. “Por el Señor y por Gedeón”, proclamamos.
Y hoy con la fe del Lazarillo de Tormes, sin arquetipos, sin más asidero
que todo lo escaso, sin más brújulas que la fe de los hombres descalzos,
solemos decir: “Por el Señor y por el amor a los nuestros
la Shekina del sueño será restaurada, haremos de la morada el hogar”.
Y proclamamos de nuevo, con nuevas montañas en cada vocablo:
“La Shekina del sueño será restaurada, haremos de la morada el hogar”.
No más que una trompeta, una antorcha y un cántaro… No más que el pálpito
de todo lo creado, no más que el lienzo de la luz y sus términos
custodiando las hogazas de pan – sustento del calor y del frío –.
No más que los cuerpos que tarde o temprano reniegan sus límites,
para unirse al fluido incesante del agua purísima,
a la voz que devela lo que es Multiverso.
Los madianitas con nuestro nombre en el filo, repetirán cada vez, que hemos muerto,
pero después del clamor, después de la llama que tiembla en la herida,
y de los mil pedazos del cántaro que hubo renunciado a su espacio
por una fuente mayor, YHWH infundirá su vida en nosotros,
porque en “Él vivimos y nos movemos y somos”.
Entonces las transiciones del oro, de los caminos forjados con Sangre.
Entonces el regreso a la Supernova que no ha sucedido,
a los metales preciosos que lleva en su entraña.
Hoy sabemos que el tiempo es quizás ilusorio,
que es el miedo intrínseco a continuar el camino,
pero lo opuesto es ser sabio, es la serenidad al desentrañar las sustancias,
pues el dedo que tocó a Gedeón nos predestinó también a nosotros.
(…Y esa fue nuestra mejor ofensiva: Creer, aunque no lográramos ver, obedecer,
aunque la lógica ya sumaba infortunios.)
Sin embargo, perpetuando la religión del discípulo incrédulo,
Hoy tocamos las llagas en los nuevos indicios:
en la arquitectura fractal de las cosas sencillas, en el entrelazamiento
de las diminutas partículas que burlan los dogmas
del tiempo sidéreo, o en el caos
del vacío absoluto, sin el decálogo del tejido que llamamos espacio,
sin el evangelio, siquiera, de la prontitud del taquión… Tocamos las llagas
en la información que nos permite ser Yo, o Nosotros,
preservada aun después de la carne, aun después de las dudas.
Trescientos surcos de oro. Trescientos caminos al Padre
donde el hombre es más que sí mismo. El ojo que define las cosas.
La Conciencia que trasciende las voluntades del ego.
“En Él vivimos y nos movemos y somos”,
“…vuestros propios poetas…han dicho:
linaje suyo somos”.
El relato bíblico de como Gedeón y los 300 derrotan a los madianitas lo puede leer en este link:
- https://www.biblegateway.com/passage/?s ... on=RVR1960
La transliteración del tetragrámaton YHWH es el nombre propio del Dios judeo-cristiano, y una descripción de su propia naturaleza. Puede leer sobre esto en:
- https://es.wikipedia.org/wiki/Yahveh
El poema usa el oro y su origen, como metáfora del camino de crecimiento espiritual.
- En encontrará las teorías sobre el origen de los elementos en general incluido el oro.
Algunos links para profundizar en lo de “los nuevos indicios”:
-
-
-
-