El Molino

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

Marimar González
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El Molino

Mensaje sin leer por Marimar González »

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Cuando las aspas del molino de Maese Ferdinand se detenían, doña Estrella daba un respingo y le decía a su marido:
-Megalí se ha enamorado, la perdimos otra vez.
Entonces podía sobrevenir una catástrofe: los naranjos perdían sus azahares, se secaban los campos y hasta los gatos querendones se volvían tigres feroces y asolaban la población de aquella aldea ignota nacida en el bostezo del monte.
El molino era el generador de energía de aquel pueblo, pero para que sus aspas giraran era necesario que soplasen las ondas del pensamiento de Megalí. Hasta aquella usina vital acudían caravanas de ilusionistas y hacedores de sueños en busca de realidades intangibles que se escamoteaban en el mundo cotidiano. Sin embargo, nadie podía suplir a Megalí durante sus ausencias. Aunque los postulantes permanecieran días y días en actitud brahmánica y se alimentaran sólo de raíces y jugos ácidos, no alcanzaban a reunir la fuerza suficiente para obtener el pensamiento en estado puro, que era el único combustible apto para alimentar los acumuladores del molino. Sólo Megalí podía hacer florecer los prados, multiplicar las mieses y contener los huracanes devastadores que convertían en páramo aquella comarca ubérrima.
Pero a veces sucedía que Megalí, por cierta languidez de su espíritu o de su corazón, caía en pozos profundos de los que le resultaba muy penoso escapar. Generalmente eran los brazos morenos de Antenor los que la soterraban en un estado de confusión que se parecía a la locura. Bajaba hasta el infierno donde se iba consumiendo lentamente y cuando volvía a la superficie, no era más que un harapo, un trapo retorcido y remendado apenas reconocible por sus grandes ojos azules, hundidos en un abismo de borrascas.
Maese Ferdinand se desesperaba, porque si bien era el creador del molino, necesitaba una fuente de recursos como la mente e Megalí para hacerlo funcionar. En vano intentaba el cambio para sacarla del sopor. Sus esfuerzos y los de doña Estrella no bastaban, aunque le avisaran que el cauce del río estaba seco o que un poderoso rayo se había descargado sobre los trigales. Sólo el tiempo y la lejanía de Antenor la despertaban del letargo.
Una tarde Maese Ferdinand vislumbró la solución cuando observaba el carromato de gitanos. Entre las mujeres había algunas muy seductoras y pensó que no era difícil que el temperamento fogoso de Antenor se sintiera atraído por sus encantos. No se equivocaba: verlas bailar al son de la pandereta y lanzarse al galope tras el carro y la aventura fue lo último que se supo de él. En esta ocasión, Megalí se repuso de la pérdida con más rapidez que nunca, pues se sentía libre de una sumisión que la mortificaba, pero no podía resistir.
El molino comenzó a girar veloz. Por el cielo de la aldea volaban pensamientos maravillosos; tramas intrincadas y coloridas que albergaban todas las posibilidades de una existencia feliz: las hembras parían sin dolor, el trabajo no pesaba, los niños eran creativos y dóciles. Hombres, animales y plantas se hermanaban en una comunidad solidaria. Era el edén. Y como al paraíso no podía faltarle música, llegó una orquesta ambulante y Megalí descubrió la cara del guitarrista, nacida en una mañana de lluvia. Era el varón soñado, y creyó reconocer el rostro del amor cuando las cuerdas más sutiles de su alma vibraron en el contrapunto de aquella guitarra. Sin embargo Maese Ferdinand y doña Estrella se miraron preocupados al comprobar que el molino había dejado de dar vueltas.
-El amor no le es propicio- dijo la mujer.
Megalí adquirió la fragilidad de una hoja y empezó a levitar. Su pecho se encendía de una dulce tibieza y la emociones más delicadas desalojaban al pensamiento generador. Maese Ferdinand tenía que actuar rápido para que Megalí pudiera recuperar la fuerza sin herir sus sentimientos. La solución no llegaba. Sólo una noticia casual, providencial -corrigió doña Estrella-, podía resolver el problema.
Megalí salió de su arrobamiento cuando el músico y la guitarra se esfumaron tras una selección de virtuosos de la cuerda. En el primer momento se sintió morir, pero no tenía la pasta de Eurídice: no lo buscaría ni en el cielo ni en el infierno. Su lugar estaba allí: en esa tierra, en esa aldea. Debía pensar, pensar mucho. Y como un árbol que retoña después de una poda salvaje, su imaginación comenzó a trazar laberintos, a urdir redes y encrucijadas a medida que la potencia retornaba, mientras el molino echaba a volar sus aspas en un torbellino que azotaba el viento.

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Maria Pilar Gonzalo
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Re: El Molino

Mensaje sin leer por Maria Pilar Gonzalo »

Me ha dejado un tanto sobrecojida tu relato, Marimar. La descripción es impecable y los personajes muy acertados, pero me deja un poso de amargura al comprobar que el amor no es compatible con la continuidad de la vida.

Precioso y muy reflexivo.

Abrazos.
Homo homini lupus (Tito Macio Plauto)
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Arturo Rodríguez Milliet
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Re: El Molino

Mensaje sin leer por Arturo Rodríguez Milliet »

Interesante relato, con una atmósfera propia rica en imágenes oníricas, marco ideal para presentar esa inquietante alegoría al amor como fuerza capaz de sacarnos del pragmatismo cotidiano y de sus no muy felices consecuencias. A qué no admitirlo, todos sabemos lo improductivos que podemos ser en pleno enamoramiento.
Disfrute mucho su lectura Marimar, aprovecho para darte la bienvenida y un abrazo.
Te presento a mi padre, el que está a su lado es mi hijo.
Si los sumas y divides entre dos, obtendrás su promedio...
ese soy yo. Mucho gusto!
Marimar González
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Registrado: Vie, 15 Jul 2016 6:22

Re: El Molino

Mensaje sin leer por Marimar González »

María Pilar: Es sólo un cuento mágico, sólo eso, pero el amor feliz también existe, a veces está un poco escondido, solo hay que encontrarlo.
Gracias por la lectura y el comentario
Cariños
Marimar González
Mensajes: 909
Registrado: Vie, 15 Jul 2016 6:22

Re: El Molino

Mensaje sin leer por Marimar González »

Muy feliz y agradecida, Arturo, por la lectura y la comprensión del cuento.
Cordialmente
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