Cuencas de ciervo (segunda carta a Nayibe)
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
- Marius Gabureanu
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Cuencas de ciervo (segunda carta a Nayibe)
Había en ti una falta de paz,
lo notaba en la comida que preparabas,
había un exceso de limpieza en la cocina,
tu cabello recogido
como las cosas que permanecen absurdas
después de la noche,
a veces me arrastrabas a los mercados
pero no sabías qué comprar
y mirabas una caja de tomates en la lluvia
y pasaban las horas desprendidas de sí mismas
como la sombra de un pájaro muerto en el vuelo.
Se volvía tu labial un mudo concierto
de arpas.
El vendedor de velas elegía al azar su cuerpo
de entre los cuerpos que paseaban por el acantilado
y los perros elegían su ladrido
de entre las rosas que permanecían debajo de la farola del odio.
La ciudad se quedaba sin luz,
las leyes del comunismo atravesaban nuestras lenguas y nuestros ojos
para volverse resignación.
Tenías una entera colección de velas, de diferentes tamaños,
velas para hormigas que pisan la oscuridad
y se vuelven pulgar de la ignorancia,
velas para los que mueren entre colinas
que nunca se derriten;
velas para hijos de muertos
a los que les fallece un poema por segundo
en la boca,
velas en forma de candado
para los bisontes que no saben respirar.
La nube de nuestras tarjetas de crédito,
que nunca llovía,
era vivir en una casa de cinco habitaciones,
frente al mar.
¿Es eso lo que requiere el olvido?
Venían los magos con guantes de caucho
y decían mira qué cabello más lindo tiene tu mujer,
mira a tu hija que tiene el cabello más largo que la soledad,
infinitamente más largo,
mira el cabello de tu madre
que es letra de abismo, mira el cabello de víboras del amor verdadero
y aprende a lavarlo sin que hieras a los cuervos, aprende que los cuervos son una vértebra del alma.
A veces te decía en los domingos que el metro no funcionaba,
para no tener que llevarte a esa parte de Londres donde no existían los domingos.
A veces todo es una cicatriz, como pirañas del alba.
Y no dan ganas de despertar.
Dan ganas de tener cuencas de ciervo.
-
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Re: Cuencas de ciervo (segunda carta a Nayibe)
Ahora esta inmensa lluvia de sentidos, de improntas, de versos cuajados en la tierra. Hay versos extraordinarios, querido amigo. El autor dibuja sobre paredes húmedas, el nombre, la historia, los límites. Hay cosas que ya no pueden pronunciar el fin.
Abrazo enorme y felicidad a manos llenas.
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."
El faro, Ramón Carballal
- Ramón Carballal
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Re: Cuencas de ciervo (segunda carta a Nayibe)
"El poema eres tú recomponiendo el espejo que cada día rompes".
"Comprender es unificar lo invisible".
"Elijo la lluvia, porque al derramarse, muere".
- Marius Gabureanu
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Re: Cuencas de ciervo (segunda carta a Nayibe)
- Marius Gabureanu
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Re: Cuencas de ciervo (segunda carta a Nayibe)
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Re: Cuencas de ciervo (segunda carta a Nayibe)
Besos
Pilar
- Pablo Ibáñez
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Re: Cuencas de ciervo (segunda carta a Nayibe)
me ha gustado mucho el poema, amigo. Creo que consigues grandes cotas con estas cartas tuyas, urbanas, alucinadas, que trasmiten esa nostalgia tan especial que llega mucho. Me llama mucho la atención la elección minuciosa de los detalles, diría obsesiva (en el buen sentido de la palabra), como un asperger con una iluminación especial para "ver" donde los demás no vemos.
un exceso de limpieza en la cocina
la sombra de un pájaro muerto en el vuelo
las rosas que permanecían debajo de la farola del odio...
De repente nos encontramos un vendedor de velas que
elegía al azar su cuerpo
de entre los cuerpos que paseaban por el acantilado
Y el instinto detallista muerde, se obsesiona entonces con las velas, una colección entera, ¡velas para hormigas!, velas, velas, velas... El poema entra de repente en una dimensión alucinada a partir de un detalle que parecía nimio. Después otro meandro nos lleva a los cabellos: de la madre, de la hija... El poema va así discurriendo por un sabroso caos del que es imposible escapar, porque los detalles resultan enormemente seductores.
¿Qué decir? Iba a hacer un comentario sobre la puntuación y el orden estrófico, pero creo que debo abstenerme. Tal vez la despreocupación en la puntuación, la discursiva arrebatada del texto, sin separaciones estróficas, sin ordenamiento en longitud del verso, sea una marca de la casa que contribuye a ese magnífico caos.
No sé, a mí me gusta.
Un abrazo.
- Rafael Valdemar
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Re: Cuencas de ciervo (segunda carta a Nayibe)
saludos
rafael
- Rafel Calle
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