
Como aquel olmo seco del poeta Machado
me parezco si veo mi rostro en el espejo
arrugado, canoso, delicado y cansado,
con mirada muy triste y muy viejo, muy viejo.
Tal vez la rama verde sólo esté en mi cabeza
ya que sigue dictando los poemas que edito
y en el foro publico con esfuerzo y proeza,
así salen, modestos con un tinte marchito.
Quizá sean los años, dicen que no perdonan,
y los míos son muchos demasiados yo creo,
me limitan a veces y otras me condicionan
y al final ya me siento el retal de un museo.
Si mis años confieso antes de dar mi adiós
lo diré sin ambages suman, noventa y dos.