y no se aparta
de aquel día luminoso que se vistió de gris,
de aquellos ojos que derramaron una lágrima,
de la tristeza que se agolpa en la almohada.
Decían los periódicos que una equilibrista
cayó al vacío
y no volvió a intentar el más difícil todavía.
Tendría que haberla amado
aunque no me dejara ni me conociera,
que haber llorado por una canción confusa,
despertado en una voz hiriente que sufría...
Déjame escuchar las palabras de amor
que no supieron aflorar desde tu silencio
en las horas más tristes,
cuando más las necesitaba,
los poemas abandonados en la calle
por donde nadie pasa en estos días.
Déjame recordarte por encima de todos los fracasos
en el último templo que quede
de la arrogancia ante la vida,
en tu primer deseo perdido entre los árboles,
en la carta apasionada de un muchacho confundido
que no supo encontrarte y vive entre los muertos...