Dejemos al perro que retoce.
Tengo una mañana llena de labios, para fumarnos despacio, después me voy. Si el ocaso es tiempo insuficiente, yo me voy, así, que no te demores y ven. Recolecta mi Oriente, el azafrán pelado de mi nariz grande, y con paciencia, los volcanes que escupen flor. Pero tienes que estar atenta, para verme, como los colonos de aquella memoria que recitaba Asturias en Guatemala, leyendas que sólo Asturias pudo inventar así. No vengas tarde Tigana, que me voy, con tus labios y todo me voy, y es un tren absoluto que no tiene remedio, porque me voy chup chup chup chup. Ven, pasea tu cerca entre la flor y mi espada, un momento, pasea la noche acariciando la piel como si fuera tuya. Ven, y perfuma la taberna con el aliento de tus ovarios, con tus canciones, entre la realidad y el ensueño entre mi zona lumbar y la tuya, entre el espacio tumultuoso de la arena y la duna; en el desierto Cabo de Gata desnudos, firmes en la roca sin nada, sólo saliva y gamba sólo gamba y vino tierno, sintiendo en la piel la metralla, el calor, la guerra y la mirada. Hno Renato Vega