para Ana.
Cuando los montes caen de rodillas, cuando la ciudad pone una alfombra de asfalto para los frenéticos, los sudores han hecho mella en mi cara cuajados en parabrisas. Se estrella la primera luz en tu pelo, las sábanas huelen a vainilla. Te miro de naranja, de café, de perro moviendo la cola. Los ojos tras el velo pueblan de sueños tu piel, disuelven la saliva que dejamos entre los dedos cuando jugabas al escondite después del whisky. ¿Qué hora es? Duerme amor. Todavía te queda alguna calle hacia el espejo. Tu sonrisa la apunta. Los relojes no tienen hora. Es domingo. Sueña que hay espacio, que todo es posible menos la ausencia. Acaricio el contorno de mi deseo, el desaliento de saberme ido, pensando que mañana lunes, las mariposas Monarca de Michoacán vuelan a Montreal. Siempre vuelan. emPerro