En víspera del otoño
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
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En víspera del otoño
I-
Ya siento el aroma del otoño:
el lánguido rumor de las hojas al caer
sobre el cadáver de las rosas carmesíes
y el oquedal enredado en perfumes nuevos.
Ya siento el tempestuoso oleaje del mar
acariciando desde las piedras los piélagos
y el sigiloso canto de la espuma
al morir su blancor en la triste arena.
Ya siento tu sombra en los jardines, otoño:
la imborrable marca de los vientos,
el silencio de los grillos en el campo,
las espirales trombas en el Río de la Plata.
¿Sabes otoño? Todo pasa.
Desde el remolino en los ríos naciente
hasta el silencio de la lluvia en la plaza,
en el jovial revoloteo de las luciérnagas.
Es que nos parecemos al solitario ciprés
cuando las aves anidan en las ramas,
y dejan siempre el inmenso murmullo
sobre nuestras resecas y olvidadas raíces.
Otoño, fugaz otoño: ya siento el tumulto
de los años que en vano libertinos pasan
y el semblante teñido del rojo del alba,
y las carreteras donde dormita el silencio.
II-
Pasó la borrasca, y el otro lado del céfiro,
miro el frágil deambular de la hojarasca
sobre el impávido césped de la plazoleta
y el grillo que posa en mi cansado hombro.
A unos metros del rosal se oye el estallido
del estío en el verdor de los árboles,
pintándose de azul el lejano paisaje
con el eco de peces sobre los nenúfares.
Pasó la borrasca, y del sueño el fugaz vuelo.
Nos quedamos con el perfume del rosal viejo
y del alción en el bosque el moribundo canto,
las tumbas solitarias y la oscuridad del cielo.
III-
Otoño, viejo otoño: la noche duerme.
Debemos saber buscar agua en la tormenta
y de las pupilas los ojos que se aman,
del triste naufragio el navío que se renueva.
Todo vuelve a su paso por la orilla;
una tumba sola a los pies del sauce,
archipiélagos en las riberas de un monte
y el impasible canto del rocío de la mañana.
Otoño, aterido otoño: hay que partir.
Ya siento el bramido de nubes en tormenta
y el borrascoso destello de las olas;
ya siento el sollozo de geranios en la plaza.
E.N.R.D
Marzo de 2008
¡Pero, de verdad, yo lloré demasiado! Las Albas son desoladoras,
toda luna es atroz y todo sol amargo:
El acre amor me ha hinchado de torpezas embriagadoras.
¡Oh que mi quilla estalle! ¡Oh que yo me hunda en la mar!
Arthur Rimbaud
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Te mando un abrazo.
Emi.
¡Pero, de verdad, yo lloré demasiado! Las Albas son desoladoras,
toda luna es atroz y todo sol amargo:
El acre amor me ha hinchado de torpezas embriagadoras.
¡Oh que mi quilla estalle! ¡Oh que yo me hunda en la mar!
Arthur Rimbaud