Lili Tolima
Publicado: Sab, 07 Nov 2015 17:54
Desde el Evaristo Corumelo
Lili Tolima, aún virgen, cagó enorme y duro. Dosis pulcra de exorcismo, toxicidad y sacramento; era la prueba de la fortuna: endecha de piel derramada en las caderas. Brígido Vázquez percibió ese olor a regla: al rabioso de los moteles si rutan, aquellos que visitaba con frecuencia sábados y noches de guardar. Fue a buscarla huyendo de la soledad, era jabón; sólo olor a jabón. A ese jabón espeso con jazmín de farmacia y cítrico. Le confería esperanza y agujero negro, una emulsión que articulaba su bienestar. Un olor de lupanar, lo que la primavera a San Valentín, y sintió que todos los nidos componían el asfalto con la hierbabuena. Todos, sin excepción, se maquilaban en la misma fábrica vaticana; como los condones que le dieron su primer hijo bastardo. Pero Brígido Vázquez creía en Dios y en la molestia de rabo, como la Virgen cuando el Ángel la tocó: Lili Tolima, Te amo. Te amo en tus noches sin marido. Penetró. La historia compuso luego el entuerto y ese estricto dulzón que le queda a uno después de masticar. Olor a verso, a jamón de carretera; también la misericordia de la misma forma en que yo quiero olvidar vino en tu boca, como la noche cada veinticuatro horas desde el Monte Carmelo hacia el mar de los sueños. Y a ti María, mi otro amor, de la que nosotros manamos, te deseo un vientre fecundo de placeres; porque ahora me voy a misa, hoy que también es domingo.
emPerro
Lili Tolima, aún virgen, cagó enorme y duro. Dosis pulcra de exorcismo, toxicidad y sacramento; era la prueba de la fortuna: endecha de piel derramada en las caderas. Brígido Vázquez percibió ese olor a regla: al rabioso de los moteles si rutan, aquellos que visitaba con frecuencia sábados y noches de guardar. Fue a buscarla huyendo de la soledad, era jabón; sólo olor a jabón. A ese jabón espeso con jazmín de farmacia y cítrico. Le confería esperanza y agujero negro, una emulsión que articulaba su bienestar. Un olor de lupanar, lo que la primavera a San Valentín, y sintió que todos los nidos componían el asfalto con la hierbabuena. Todos, sin excepción, se maquilaban en la misma fábrica vaticana; como los condones que le dieron su primer hijo bastardo. Pero Brígido Vázquez creía en Dios y en la molestia de rabo, como la Virgen cuando el Ángel la tocó: Lili Tolima, Te amo. Te amo en tus noches sin marido. Penetró. La historia compuso luego el entuerto y ese estricto dulzón que le queda a uno después de masticar. Olor a verso, a jamón de carretera; también la misericordia de la misma forma en que yo quiero olvidar vino en tu boca, como la noche cada veinticuatro horas desde el Monte Carmelo hacia el mar de los sueños. Y a ti María, mi otro amor, de la que nosotros manamos, te deseo un vientre fecundo de placeres; porque ahora me voy a misa, hoy que también es domingo.
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