El silencio

[Raul Muñoz]

Ya nunca más volveré a escuchar el silencio. Todo es antes de la gran explosión, después sólo queda un ruido difuso, a través del cual trata de abrirse paso, de nuevo, el silencio.

Ahora se condensa todo el silencio en dos piedras de granito, que un joven, de hermoso rostro, deposita en mis manos.

-¿Qué haces aquí tan solo, hijo mío? ¡Te pareces tanto a tu madre!

Se sienta el joven a mi lado. Parece que quiere hablar conmigo, pero no entiendo qué dice; sólo escucho el zumbido de las avispas que salen de su boca.

-¡Eres tan hermoso! Quisiera que clavaras el aguijón del silencio en mi lengua. No entiendo por qué tanto ruido.

Siento el ligero roce de sus manos, tan tibias, que me emociono. Yo que siempre estuve tan solo, ahora tengo a la belleza junto a mí, con sus manos entre mis muslos. Su rostro es terrible, su silencio es tan rotundo que quema. ¡Ay, cómo queman mis pantalones! Sí, soy un niño que vio a su madre ahogada, desde entonces aún me tiemblan las piernas.

-Déjate llevar, hijo mío. ¡Eres tan dulce! Tan vulnerable, que solo tengo ganas de aplastarte entre mis manos hambrientas de humanidad.

Es encantador el joven. Canta como un pájaro herido antes de morir. Sus alas ya están destrozadas por el rumor de las hambrientas langostas, que devoran con ansia la dulce miel de sus ojos. Son muy sutiles las langostas, pero tengo miedo de que me muerda su discreto silencio. El placer derrama por el aire el perfume del silencio. Me besa, le beso, se besan, nos besamos y se junta el agua de todos los ríos; los árboles se levantan del suelo y caminan hacia nosotros, lloran de emoción, extendiendo sus ramas sobre nuestros muslos de agua tibia. Los pájaros arden en nuestras bocas. El silencio de la tarde calcina nuestros huesos. Arde la corteza entre los chasquidos de la saliva. Queremos ser, quieren ser, todos quieren, queremos, por fin, ser.

-Ahora, ¿sientes la felicidad de los árboles? Orina, hijo mío, riega mi boca; ¡es tan cálido este silencio! Que se sienta, ahora más que nunca, el temblor. ¡Quiero que me preñes!

-Si es cierto que eres tan encantador, ¿por qué no sacas tu flauta? Quiero escuchar la música del silencio.

-¡Te pareces tanto a tu madre! ¡Tan dulce es el sabor de la orina! ¿Sabes, hijo mío, que tu madre sufrió mucho por ti? ¿Sabes que la belleza estuvo, siempre estará, herida de muerte?

Silencio, silencio, silencio… Espantoso y bello silencio de la madre antes de dar a luz; del pájaro antes de levantar el vuelo; del río al descubrir la mar; de la saliva que encuentra el beso. Mudo acontecer de los recipientes que esperan ser llenados. Todo mi silencio cabe en una bañera.

La belleza ahora se levanta con gesto altivo, me demuestra de lo que es capaz. Sin pudor espanta a todos los pájaros, y frente a mí devora las enormes langostas. El joven encantador lo engulle todo, se infla, crece su vientre de maíz.

-¿Me oíste? Quiero engordar contigo, que la música llene el vacío de mi vientre.

La belleza, llorando de emoción, introduce su flauta por mi culo. La bañera se va llenando de agua sincera, y una madre acude corriendo a tapar mi boca con sus temblorosos jacintos. Ya todo es silencio a mi alrededor, sí, por fin, el silencio de una esponja frota el cuerpo de un bebé embadurnado de mierda.

-Hijo mío, quisiera morirme. ¡No soporto tanta belleza! Si pudiese borrar con mi esponja tus labios. ¡Ay, cómo quema, arde el agua limpia y cristalina en el infierno de mis ojos!

Oh sí, es tan bello y cruel el silencio, que jamás volveré, volveremos a escucharlo. Con desesperación quisiera morirme, pero en ello tampoco hallo nuestro consuelo, madre. No es posible el silencio, ahora lo sé. Ni siquiera los muertos descansan en paz. Con su ruido vienen siempre a interrumpir nuestro silencio. Ahora los puedo ver, veo como gritan desde sus tumbas; queriendo volver a nacer. Pero no los escucho, por mucho que griten en mi vientre.

No es posible ser en el silencio, es necesario gritar para respirar. ¿Recuerdas, madre, que me diste a luz?

No es posible hacer el amor con la belleza, por mucho que se lamenten los vivos y los muertos.

Silencio, silencio, silencio… Susurra el joven encantador, tras asestar un contundente puñetazo a mi vientre. Ahí sigue, plantado frente a mí, mirándome con cara de asco mientras vomito todo el ruido de mi vida.

-Hijo mío, ¡te pareces tanto a tu madre! Pero ya te dije, que nos es posible escuchar el silencio.

[Rafel Calle]

Arriba con este hermoso e interesante trabajo de Raul.

[Pilar Morte]

Preciosa y emotiva prosa poética. Un placer pasar por tu palabra
Besos
Pilar

[Ricardo Serna G]

Raul


Magnífico trabajo
una prosa poética que te atrapa


Un abrazo fuerte, querido amigo

[Raul Muñoz]

Arriba con este hermoso e interesante trabajo de Raul.

Muchas gracias Rafael, amigo. Me alegro de que te resulte de interés.

Un fuerte abrazo.

[Raul Muñoz]

Preciosa y emotiva prosa poética. Un placer pasar por tu palabra
Besos
Pilar

Gracias Pilar, el placer es siempre mío.

Un abrazo, amiga.

[Raul Muñoz]

Raul


Magnífico trabajo
una prosa poética que te atrapa


Un abrazo fuerte, querido amigo

Gracias Ricardo, por tus generosas palabras de apoyo.

Recibe mi abrazo.