a tu viejo gobierno de difuntos y flores.
Recuerdo, Laura que me hundías cada vez que me recordabas que yo encontraba la palabra precisa, la sonrisa perfecta para salir airoso de tu envite, para calmar la furia que te infundía el miedo de perder mi amor.
Siempre intuí que Ojalá, era una canción de amor con mucho resentimiento, muchas cuentas pendientes, mucha poesía con el fusil al hombro, que las imágenes políticas habían sido elegidas para dejar escapar la frustración de toda una vida con hechos y azares íntimos que encontraban su ponderación excesiva en la transformación producida por el espejo distorsionado de todo un pueblo sin destino ¡Ay, Fidel, eres un viejo tonto, que no ves el hambre de libertad de quienes aún te adoran y te odian!.
Me dijiste ayer que mi escritor en prosa era como tantos otros que sueñan y se promocionan con lo que tengan a mano, que no tengo nada que añadir a un panorama inflado en exceso y que ha encontrado sus representantes más adecuados, que tendría que dedicarle más tiempo a mi poeta. No haré proselitismo con mis ausencias, con mi miedo a escribir, estoy viviendo contigo los días más felices que recuerde, no quiero despertar de ellos a causa de tus celos sórdidos, patológicos e injustificados; me fui de ti con la poesía al hombro y sin mirar atrás persiguiendo al Dylan que mostraba su otra cara, nunca con unos cabellos locos, una mirada tierna o unas caderas voluptuosas, me fui con la poesía que no se recuerda porque no se escribe.
Una de esas noches en que abandonabas mis ansias irrefrenables de vivir; éramos solo cinco los que permanecíamos despiertos en aquella casa donde fluían las canciones, Najma dormía al pequeño Adán, vaya nombre para una criatura tan inocente y hermosa. Te lo he dicho muchas veces pero nunca lo has tenido en cuenta; yo estaba allí pero me faltabas tú. Resulta que pusimos un vídeo de Ojalá y todos se quedaron prendados con el primero de Enero y el viejo gobierno de difuntos y flores y reclamaron a la lógica; era la salida del mulato Batista, el fin de su régimen personal, en crueldad nada que ver con el del cabrón de Franco en sus primeros años de represión y venganza. Yo decía que era la representación genial y llena de recovecos sangrantes de una aventura que no quedaría nunca atrás. Lleva un nombre como tú me enseñaste; Emilia, un nombre como el tuyo en aquellos días que de tanto amarme casi me asfixiabas al estrecharme contra tu pecho.
Me preguntarás quién era la quinta persona; Contéstate tú misma, hubo alguien que tomó la palabra y no dejó que se le escapara.[/JUSTIFY][RIGHT](Conversaciones con Laura - 26 de Diciembre de 2014)[/RIGHT]