El despertar de la psiquiatría

Poemas en verso y/o en prosa de cualquier estructura y/o combinación.

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Raul Muñoz
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El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por Raul Muñoz »

Huyo de un blanco de paredes, sábanas, uniformes y pijamas, y abro la ventana de par en par. Ahora que nadie me ve, los ojos vuelan al primer soplo de aire que sacude mi rostro, y se pierden. Las voces regresan en un lento arrullo, remueven la saliva y tiemblan aún bajo los efectos del fármaco. Hay vida más allá de mi cuerpo, de esta habitación; más allá, incluso, del pabellón que me contiene y del recinto hospitalario que contiene al pabellón. Puedo sentir como serpentean, alrededor de los edificios de la razón, los cordones del orden público. Seguridad, seguridad… -susurran las voces mientras enciendo un cigarrillo, ahora que nadie me ve.

Ahora que el pecho, de la última madre que desertó, irrumpe en mi boca, no puedo más que recordar las delgadas correas de leche plastificada y curtida (adulterada) que me sujetaban cuando llegué aquí, el día de mi ingreso. Contención mecánica lo llaman, eso me dice el risperdal cuando revienta con delicadeza las arterias de los ojos, que enloquecen buscando alguna voz. Una vez escuché las voces de una madre, ahogadas por los gritos de un juez, vestido de padre, que sentenciaba la reclusión de la maternidad.

Ahora el aire centrifuga el tiempo a mayor velocidad, lo engulle sin masticarlo y lo regurgita en las bebidas isotónicas. Los doctores reciben la asistencia de alquimistas, que en sus bolsas crean las divisas. Y en sus despachos estudian los manuales del DSM-5, con cierto placer reciben los latigazos de las mudas correas, mientras buscan algún diagnóstico posible, dada la imposibilidad de llorar. Aquellas mujeres sonámbulas se llevaron todo el llanto en sus copas de vidrio y lo vertieron en las bocas de los pocos ancianos que aún quedaban.

Las voces, ellas me hablaron allá por el 1976. En mis oídos soplaba su quejumbroso timbre. Me alertaron sobre los delantales de billetes que colgaban de la luna, de la irremediable pérdida de la blancura, pisada por los tanques que regresaban de la guerra. Desde entonces se buscan las miradas, perdidas entre las ventiscas de nieve. Y el llanto helado de la muerte aún chirría en los dientes de los cuerpos congelados. Las voces, las voces… regresan por las estelas de polvo que dejó el destierro.

Ya todos bajaron a desayunar, y las voces con ellos. ¿Cuánto tiempo llevo aquí adentro? No me es posible saberlo, el hambre centrifuga el vértigo en mi vientre. Y despacio, muy lentamente, me voy apagando. Todos engullen con avidez un único alimento desconocido. Alguien sujeta con desesperación mi mano, solicita una tostada, y al ser posible un cigarrillo. Y una mujer en cinta rompe aguas en las bandejas de aluminio, que llevan los auxiliares. Grito y me lamento, pero nadie escucha las voces. Se retiran con las bandejas a la cocina. Seguro que allí, a salvo de las miradas indiscretas, lloran en silencio.

Creo que fue en el 1976, que regresó la anciana europea cubierta de esparadrapos, llevaba en su mirada la venda del olvido y los labios de su vagina cosidos a balazos. Las nubes de polvo vagaban a su alrededor. Gritaba aquella sala del hospital la retirada de los regimientos, y una vagina centrifugaba todas las bombas que cayeron. Los ojos de guernica rodaban descosidos.

¿Hay alguien ahí, al otro lado? Siento el frío aliento del enfermero, ofreciéndome una pastilla. En sus ojos se derriten las aves de nieve, mirando sin comprender, muriendo de frío. La química de la razón se desploma en mis dedos, descansan en mi lengua las columnas de humo, tras la incineración de la carne. Ahora las voces se confunden en la “locura”. Son demasiadas vidas sepultadas entre las páginas del lapidario manual, que ojea algún psiquiatra, sonándose los mocos. Mocos… “Mocoso”… Ya casi no recuerdo su sabor y aquella textura blanda que calmaba mi espíritu.

Guernica huyó sin encontrar sus ojos, regresó una madre desamparada, que me sujetaba en brazos y se hundía en las cuencas de vidrio. Lloraban en silencio los recipientes sobre mi piel. Por aquel entonces aún gobernaban las correas, ceñidas a las cinturas masculinas. El tiempo era lento y la maquinaria avanzaba más rápido, tratando de olvidar, de adelantarse al recuerdo. En la espiral del desarrollo tecnológico giraban unos padres, engullidos por los dientes afilados de la razón, que se apresuraba a restablecer con riguroso orden la democracia. Las voces siempre me han acompañado, tanto en los tiempos de guerra como en los de paz y democracia. Y aún siguen con los restos que quedan de mí. La producción avanzó veloz. También en aquellas fábricas, donde creo que aún trabajan los niños, aprendiendo el riguroso orden de la esclavitud asalariada.

Tuvieron que hablar las voces por boca de los sapos (apenas quedaban maestros). Sus lenguas húmedas mojaban mis sábanas en mitad de la noche. Con paciencia me disciplinaban en la desobediencia, alimentando con cariño mi "locura". Los profesores derramaban el perfume de la nieve inocente, que se acumulaba en las lápidas sin sepulturas ni esquelas (la democracia era olvidadiza). Recostaban sus cabezas en la pizarra, huyendo de los niños, mientras formulaban ideales de tiza blanca. Se respiraba en el aula el fétido aliento de la anciana madre europea. A veces, sus ojos centrifugaban el silencio de las fosas y las cunetas.

Ahora ya no existe el tiempo, solo las agujas que señalan la hora de salida del trabajo. Oh sí, la psiquiatría también es un trabajo fatigoso. Acaso, ¿no tienen derecho a un salario? Ellos sujetan con fuerza la pesada lápida de la cordura, y merecen su descanso. Todos descansaron tras las guerras, incluso las madres.

Luego quisieron las voces que fuera un hombre y entonaron las canciones del esperma. Sonaba el murmullo de la adolescencia en el ruido de la posible vida adulta. Siempre desconfié del blanco rostro de la muerte, y en torno a ella levanté la fortaleza de mi débil voz.
Las voces renovadas me ofrecieron un salario. Me convertí, ya con pelos en mis escrotos, en un sobreviviente en tiempos de paz y democracia. La gente por las calles jugaba a adivinar la democracia en la forma de las nubes. Se ilusionaban con la paz al ver que del cielo no caían bombas, y yo también, tengo que reconocerlo.

Con el tiempo llegaron los mudos relámpagos para silenciar las voces, e iluminaron el rostro de un padre, atento al trabajo de las manos. Hubo una retirada del agua hacia su sombra, una lenta retracción hacia el interior del vidrio. A mi vista cansada aparecieron los tejidos de la vida, fijados en formol. Las manos exudaron su azufre y las madres volvieron a derramar las lágrimas azules del metileno.
Se inició un diálogo intermitente con los espejos refractarios, que me miraban en silencio, mientras las voces rondaban las madrugadas.

¿Será posible despertar del sueño blanco? Ahora me obligan a hacer cola en los lavabos, para los enjuagues de lejía. Es la hora de las entrevistas. Detrás de la mesa están los ojos del cordero degollado, haciendo preguntas. Los erizos murmuran bajo la mesa del despacho; danza un parco palillo sobre la estantería de libros, junto a los tratados y manuales académicos; una niña (con rabo) se ruboriza al engullir, sin descanso, los madroños de la memoria. El sabor agridulce irrumpe al tirar de las cadenas, temblando el recinto hospitalario que contiene al mundo. Y las mujeres, sentadas en las tazas, meditan sobre su maternidad. Los padres, indefensos, vuelven a sentir en sus entrañas los cañonazos de la guerra. Vuelven las voces con más brío, se cuelan en las fisuras del aire opaco, regresan con sus imágenes verdaderas, y una clara advertencia: Es necesario despertar de nuevo.

Los cadáveres salen por las noches de las fosas y cunetas, en silencio se acuestan con los deseos más húmedos de los ciudadanos, que ya no creen en la paz , ni en la democracia; los acecha la mentira de la vigilia. Un ligero temblor de bombas vuelve a sacudir los cuerpos. Descansar en paz… ¿Cuánto tiempo llevo sin dormir? Ya no me hacen efecto los sedantes, tampoco los discursos en los parlamentos. Las bocas vuelven a rugir de hambre.

¿Me das un cigarrillo? Alguien extiende su mano hacia mí y me apresuro a retornar sobre mis pasos. Ahí fuera hay demasiado ruido, los cuerpos no descansan. Tiembla la miel pálida derramándose de las vasijas. Otra vez vuelve el silencio de los recipientes a inundar las calles de la ciudad. Vuelve a brillar el espíritu de la verdad en las miradas apagadas, que buscan refugio en el sueño.

Es el ingreso… ¿Recuerdas tu ingreso a la realidad? -susurra una voz en el espejo. Beso sus labios pálidos y siento el frío de su aliento. Mis puños cerrados revientan la lápida a puñetazos. Una luz blanca avanza hacia mí. Cuando abro los ojos de nuevo, una poderosa luz fluorescente vierte su sudor sobre mi rostro y las correas vuelven a sujetar mis cuatro extremidades al lecho del descanso eterno: Es el despertar de la psiquiatría.

Vuelve para mantener la calma de los que ya están muertos. Viene para silenciar las voces vivas de la vida lapidada.



* Contención mecánica: La contención mecánica o física es una medida terapéutica excepcional dirigida a la inmovilización parcial o generalizada de la mayor parte del cuerpo en un paciente que lo precise, para tratar de garantizar la " seguridad" de él mismo o de los demás.

* Risperdal: Fármaco indicado en el tratamiento de las "psicosis" esquizofrénicas (?) agudas y crónicas, en las cuales los síntomas positivos (alucinaciones, delirios, trastornos del pensamiento, hostilidad, recelo) y/o síntomas negativos (afectividad embotada, aislamiento social y emocional) sean notables.
Última edición por Raul Muñoz el Jue, 28 Sep 2023 17:52, editado 8 veces en total.
Tu profecía, poeta.
-Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.

-¿Mas el arte?..
-Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida.

Antonio Machado ( Proverbios y cantares ).

https://transitando-la-palabra.webnode.es/
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Rosa Marzal
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Mensaje sin leer por Rosa Marzal »

Un texto impresionante, Raúl. Has mostrado al ser vulnerable, frágil, su grito interior sofocado por la asepsia de la cordura. Volveré a él con más tiempo.

Me ha encantado leerte.

Un abrazo.
Hallie Hernández Alfaro
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Re: El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Raul Muñoz escribió:Huyo de un blanco de paredes, sábanas, uniformes y pijamas, y abro la ventana de par en par. Ahora que nadie me ve, los ojos vuelan al primer soplo de aire que sacude mi rostro, y se pierden.

Las voces regresan en un lento arrullo, remueven la saliva, y tiemblan aún bajo los efectos del fármaco.

Hay vida más allá de mi cuerpo, de esta habitación; más allá, incluso, del pabellón que me contiene, y del recinto hospitalario que contiene al pabellón. Puedo sentir cómo serpentean, alrededor de los edificios de la razón, los cordones del orden público.

-Seguridad, seguridad… -susurran las voces, mientras enciendo un cigarrillo, ahora que nadie me ve.

Ahora que el pecho, de la última madre que desertó, irrumpe en mi boca, no puedo más que recordar las delgadas correas de leche plastificada y curtida (adulterada) que me sujetaban cuando llegue aquí, el día de mi ingreso. Contención mecánica lo llaman, eso me dice el risperdal, mientras revienta con delicadeza las arterias de los ojos, que enloquecen buscando alguna voz.

Una vez escuché las voces de una madre, ahogadas por los gritos de un juez, vestido de padre, que sentenciaba la reclusión de la maternidad.

Ahora el aire centrifuga el tiempo a mayor velocidad, lo engulle sin masticarlo, y lo regurgita en las bebidas isotónicas.

Los doctores reciben la asistencia de alquimistas, que en sus bolsas crean las divisas. Y en sus despachos estudian los manuales del DSM-5, con cierto placer reciben los latigazos de las mudas correas, mientras buscan algún diagnóstico posible, dada la imposibilidad de llorar.

Aquellas mujeres sonámbulas se llevaron todo el llanto, en sus copas de vidrio, y lo vertieron en las bocas de los pocos ancianos que aún quedaban.

Las voces, ellas me hablaron allá por el 1976. En mis oídos soplaba su quejumbroso timbre. Me alertaron sobre los delantales de billetes que colgaban de la luna, de la irremediable pérdida de la blancura, pisada por los tanques que regresaban de la guerra.

Desde entonces se buscan las miradas, perdidas entre las ventiscas de nieve. Y el llanto helado de la muerte aún chirría en los dientes de los cuerpos congelados.

Las voces, las voces… regresan por las estelas de polvo que dejó el destierro.

Ya todos bajaron a desayunar, y las voces con ellos. ¿Cuánto tiempo llevo aquí dentro? No me es posible saberlo, el hambre centrifuga el vértigo en mi vientre. Y despacio, muy lentamente, me voy apagando.

Todos engullen con avidez un único alimento desconocido. Alguien sujeta con desesperación mi mano, solicita una tostada, y al ser posible un cigarrillo. Y una mujer en cinta rompe aguas en las bandejas de aluminio, que llevan los auxiliares. Grito y me lamento, pero nadie escucha las voces. Se retiran con las bandejas a la cocina. Seguro que allí, a salvo de las miradas indiscretas, lloran en silencio.

Creo que fue en el 1976, que regresó la anciana europea cubierta de esparadrapos, llevaba en su mirada la venda del olvido, y los labios de su vagina cosidos a balazos. Las nubes de polvo vagaban a su alrededor.

Gritaba aquella sala del hospital, la retirada de los regimientos, y una vagina centrifugaba todas las bombas que cayeron. Los ojos de guernica rodaban descosidos.

¿Hay alguien ahí, al otro lado? Siento el frío aliento del enfermero, ofreciéndome una pastilla. En sus ojos se derriten las aves de nieve, mirando sin comprender, muriendo de frío.

La química de la razón se desploma en mis dedos, descansan en mi lengua las columnas de humo, tras la incineración de la carne.

Ahora las voces se confunden en la “locura”. Son demasiadas vidas sepultadas entre las páginas del lapidario manual, que ojea algún psiquiatra, sonándose los mocos...

... Mocos… “Mocoso”… Ya casi no recuerdo su sabor, y aquella textura blanda que calmaba mi espíritu.

Guernica huyó sin encontrar sus ojos, regresó una madre desamparada, que me sujetaba en brazos y se hundía en las cuencas de vidrio. Lloraban en silencio los recipientes sobre mi piel.

Por aquel entonces aún gobernaban las correas, ceñidas a las cinturas masculinas. El tiempo era lento, y la maquinaria avanzaba más rápido, tratando de olvidar, de adelantarse al recuerdo.

En la espiral del desarrollo tecnológico giraban unos padres, engullidos por los dientes afilados de la razón, que se apresuraba a reestablecer, con riguroso orden, la democracia.

Las voces siempre me han acompañado, tanto en los tiempos de guerra, como en los de paz y democracia. Y aún siguen con los restos que quedan de mí.

La producción avanzó veloz. También en aquellas fábricas, donde creo que aún trabajan los niños, aprendiendo el riguroso orden de la esclavitud asalariada.

Tuvieron que hablar las voces por boca de los sapos (apenas quedaban maestros). Sus lenguas húmedas mojaban mis sábanas en mitad de la noche. Con paciencia me disciplinaban en la desobediencia, alimentando con cariño mi "locura".

Los profesores derramaban el perfume de la nieve inocente, que se acumulaba en las lápidas sin sepulturas, ni esquelas ( la democracia era olvidadiza ).

Recostaban sus cabezas en la pizarra, huyendo de los niños, mientras formulaban ideales de tiza blanca. Se respiraba en el aula el fétido aliento de la anciana madre europea. A veces, sus ojos centrifugaban el silencio de las fosas y las cunetas.

Ahora ya no existe el tiempo, solo las agujas que señalan la hora de salida del trabajo. Oh sí, la psiquiatría también es un trabajo fatigoso. Acaso, ¿no tienen derecho a un salario? Ellos sujetan con fuerza la pesada lápida de la cordura, y merecen su descanso.

Todos descansaron tras las guerras, incluso las madres.

Luego quisieron las voces que fuera un hombre, y entonaron las canciones del esperma. Sonaba el murmullo de la adolescencia en el ruido de la posible vida adulta. Siempre desconfié del blanco rostro de la muerte, y en torno a ella levanté la fortaleza de mi débil voz.

Las voces renovadas me ofrecieron un salario. Me convertí, ya con pelos en mis escrotos, en un sobreviviente en tiempos de paz y democracia. La gente por las calles jugaba a adivinar la democracia en la forma de las nubes. Se ilusionaban con la paz al ver que del cielo no caían bombas, y yo también, tengo que reconocerlo.

Con el tiempo llegaron los mudos relámpagos para silenciar las voces, e iluminaron el rostro de un padre, atento al trabajo de las manos. Hubo una retirada del agua hacia su sombra, una lenta retracción hacia el interior del vidrio.

A mi vista cansada aparecieron los tejidos de la vida, fijados en formol. Las manos exudaron su azufre, y las madres volvieron a derramar las lágrimas azules del metileno.

Se inició un diálogo intermitente con los espejos refractarios, que me miraban en silencio, mientras las voces rondaban las madrugadas.

¿Será posible despertar del sueño blanco? Ahora me obligan a hacer cola en los lavabos, para los enjuagues de lejía. Es la hora de las entrevistas. Detrás de la mesa, están los ojos del cordero degollado, haciendo preguntas.

Los erizos murmuran bajo la mesa del despacho; danza un parco palillo sobre la estantería de libros, junto a los tratados y manuales académicos; una niña (con rabo) se ruboriza al engullir, sin descanso, los madroños de la memoria.

El sabor agridulce irrumpe al tirar de las cadenas, temblando el recinto hospitalario que contiene al mundo. Y las mujeres, sentadas en las tazas, meditan sobre su maternidad.

Los padres, indefensos, vuelven a sentir en sus entrañas los cañonazos de la guerra. Vuelven las voces con más brío, se cuelan en las fisuras del aire opaco, regresan con sus imágenes verdaderas, y una clara advertencia:

Es necesario despertar de nuevo.

Los cadáveres salen por las noches de las fosas y cunetas, en silencio se acuestan con los deseos más húmedos de los ciudadanos, que ya no creen en la paz , ni en la democracia; los acecha la mentira de la vigilia. Un ligero temblor de bombas vuelve a sacudir los cuerpos.

Descansar en paz… ¿Cuánto tiempo llevo sin dormir? Ya no me hacen efecto los sedantes, tampoco los discursos en los parlamentos. Las bocas vuelven a rugir de hambre.

¿Me das un cigarrillo? Alguien extiende su mano hacia mí, y me apresuro a retornar sobre mis pasos. Ahí fuera hay demasiado ruido, los cuerpos no descansan. Tiembla la miel pálida, derramándose de las vasijas.

Otra vez vuelve el silencio de los recipientes a inundar las calles de la ciudad. Vuelve a brillar el espíritu de la verdad en las miradas apagadas, que buscan refugio en el sueño.

-Es el ingreso… ¿Recuerdas tu ingreso a la realidad? -susurra una voz en el espejo. Beso sus labios pálidos, y siento el frío de su aliento. Mis puños cerrados revientan la lápida a puñetazos.

Una luz blanca avanza hacia mí. Cuando abro los ojos de nuevo, una poderosa luz fluorescente vierte su sudor sobre mi rostro, y las correas vuelven a sujetar mis cuatro extremidades al lecho del descanso eterno:

Es el despertar de la psiquiatría.

Vuelve para mantener la calma de los que ya están muertos. Viene para silenciar las voces vivas de la vida lapidada.



* Contención mecánica: La contención mecánica o física es una medida terapéutica excepcional dirigida a la inmovilización parcial o generalizada de la mayor parte del cuerpo en un paciente que lo precise, para tratar de garantizar la seguridad de él mismo o de los demás.

* Risperdal: Fármaco indicado en el tratamiento de las "psicosis" esquizofrénicas (?) agudas y crónicas, en las cuales los síntomas positivos (alucinaciones, delirios, trastornos del pensamiento, hostilidad, recelo) y/o síntomas negativos (afectividad embotada, aislamiento social y emocional) sean notables.




Oye, Raúl, ésto es maravilloso. La poesía se abre paso certero y más que lúcido. Nombras la interioridad deslumbrante del hombre o la mujer asediados por el imbatible cerebro, por sus causas distintas, por las planicies y reveces del paciente/ del humano/ del hijo. Muy buena la inserción de los términos; el DSM V abriría la puerta de sus conocimientos para volar con los tuyos, si señor.

Subo este tesoro escrito por el compañero Raúl Muñoz para seguro deleite de todos.

Reverencias, poeta amigo y un gran abrazo.
.
"He guardado la Luna en los cajones
por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"

Esta cárcel sin ti, Ramón Olivares
Pilar Morte
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re: El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por Pilar Morte »

Tu entrega se lee casi sin respirar en busca de un final reconciliador. Impresiona cada palabra, la lucha del hombre, la realidad débil que nos rodea. Te felicito.
Besos
Pilar
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Raul Muñoz
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Mensaje sin leer por Raul Muñoz »

Rosa Marzal escribió:Un texto impresionante, Raúl. Has mostrado al ser vulnerable, frágil, su grito interior sofocado por la asepsia de la cordura. Volveré a él con más tiempo.

Me ha encantado leerte.

Un abrazo.


Muy agradecido, Rosa, por tu lectura, más tratándose de un texto demasiado largo. Eso pretendía, sacar un grito ahogado y silenciado.

Un abrazo, amiga.
Tu profecía, poeta.
-Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.

-¿Mas el arte?..
-Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida.

Antonio Machado ( Proverbios y cantares ).

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Raul Muñoz
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Re: El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por Raul Muñoz »

Hallie Hernández Alfaro escribió:
Raul Muñoz escribió:Huyo de un blanco de paredes, sábanas, uniformes y pijamas, y abro la ventana de par en par. Ahora que nadie me ve, los ojos vuelan al primer soplo de aire que sacude mi rostro, y se pierden.

Las voces regresan en un lento arrullo, remueven la saliva, y tiemblan aún bajo los efectos del fármaco.

Hay vida más allá de mi cuerpo, de esta habitación; más allá, incluso, del pabellón que me contiene, y del recinto hospitalario que contiene al pabellón. Puedo sentir cómo serpentean, alrededor de los edificios de la razón, los cordones del orden público.

-Seguridad, seguridad… -susurran las voces, mientras enciendo un cigarrillo, ahora que nadie me ve.

Ahora que el pecho, de la última madre que desertó, irrumpe en mi boca, no puedo más que recordar las delgadas correas de leche plastificada y curtida (adulterada) que me sujetaban cuando llegue aquí, el día de mi ingreso. Contención mecánica lo llaman, eso me dice el risperdal, mientras revienta con delicadeza las arterias de los ojos, que enloquecen buscando alguna voz.

Una vez escuché las voces de una madre, ahogadas por los gritos de un juez, vestido de padre, que sentenciaba la reclusión de la maternidad.

Ahora el aire centrifuga el tiempo a mayor velocidad, lo engulle sin masticarlo, y lo regurgita en las bebidas isotónicas.

Los doctores reciben la asistencia de alquimistas, que en sus bolsas crean las divisas. Y en sus despachos estudian los manuales del DSM-5, con cierto placer reciben los latigazos de las mudas correas, mientras buscan algún diagnóstico posible, dada la imposibilidad de llorar.

Aquellas mujeres sonámbulas se llevaron todo el llanto, en sus copas de vidrio, y lo vertieron en las bocas de los pocos ancianos que aún quedaban.

Las voces, ellas me hablaron allá por el 1976. En mis oídos soplaba su quejumbroso timbre. Me alertaron sobre los delantales de billetes que colgaban de la luna, de la irremediable pérdida de la blancura, pisada por los tanques que regresaban de la guerra.

Desde entonces se buscan las miradas, perdidas entre las ventiscas de nieve. Y el llanto helado de la muerte aún chirría en los dientes de los cuerpos congelados.

Las voces, las voces… regresan por las estelas de polvo que dejó el destierro.

Ya todos bajaron a desayunar, y las voces con ellos. ¿Cuánto tiempo llevo aquí dentro? No me es posible saberlo, el hambre centrifuga el vértigo en mi vientre. Y despacio, muy lentamente, me voy apagando.

Todos engullen con avidez un único alimento desconocido. Alguien sujeta con desesperación mi mano, solicita una tostada, y al ser posible un cigarrillo. Y una mujer en cinta rompe aguas en las bandejas de aluminio, que llevan los auxiliares. Grito y me lamento, pero nadie escucha las voces. Se retiran con las bandejas a la cocina. Seguro que allí, a salvo de las miradas indiscretas, lloran en silencio.

Creo que fue en el 1976, que regresó la anciana europea cubierta de esparadrapos, llevaba en su mirada la venda del olvido, y los labios de su vagina cosidos a balazos. Las nubes de polvo vagaban a su alrededor.

Gritaba aquella sala del hospital, la retirada de los regimientos, y una vagina centrifugaba todas las bombas que cayeron. Los ojos de guernica rodaban descosidos.

¿Hay alguien ahí, al otro lado? Siento el frío aliento del enfermero, ofreciéndome una pastilla. En sus ojos se derriten las aves de nieve, mirando sin comprender, muriendo de frío.

La química de la razón se desploma en mis dedos, descansan en mi lengua las columnas de humo, tras la incineración de la carne.

Ahora las voces se confunden en la “locura”. Son demasiadas vidas sepultadas entre las páginas del lapidario manual, que ojea algún psiquiatra, sonándose los mocos...

... Mocos… “Mocoso”… Ya casi no recuerdo su sabor, y aquella textura blanda que calmaba mi espíritu.

Guernica huyó sin encontrar sus ojos, regresó una madre desamparada, que me sujetaba en brazos y se hundía en las cuencas de vidrio. Lloraban en silencio los recipientes sobre mi piel.

Por aquel entonces aún gobernaban las correas, ceñidas a las cinturas masculinas. El tiempo era lento, y la maquinaria avanzaba más rápido, tratando de olvidar, de adelantarse al recuerdo.

En la espiral del desarrollo tecnológico giraban unos padres, engullidos por los dientes afilados de la razón, que se apresuraba a reestablecer, con riguroso orden, la democracia.

Las voces siempre me han acompañado, tanto en los tiempos de guerra, como en los de paz y democracia. Y aún siguen con los restos que quedan de mí.

La producción avanzó veloz. También en aquellas fábricas, donde creo que aún trabajan los niños, aprendiendo el riguroso orden de la esclavitud asalariada.

Tuvieron que hablar las voces por boca de los sapos (apenas quedaban maestros). Sus lenguas húmedas mojaban mis sábanas en mitad de la noche. Con paciencia me disciplinaban en la desobediencia, alimentando con cariño mi "locura".

Los profesores derramaban el perfume de la nieve inocente, que se acumulaba en las lápidas sin sepulturas, ni esquelas ( la democracia era olvidadiza ).

Recostaban sus cabezas en la pizarra, huyendo de los niños, mientras formulaban ideales de tiza blanca. Se respiraba en el aula el fétido aliento de la anciana madre europea. A veces, sus ojos centrifugaban el silencio de las fosas y las cunetas.

Ahora ya no existe el tiempo, solo las agujas que señalan la hora de salida del trabajo. Oh sí, la psiquiatría también es un trabajo fatigoso. Acaso, ¿no tienen derecho a un salario? Ellos sujetan con fuerza la pesada lápida de la cordura, y merecen su descanso.

Todos descansaron tras las guerras, incluso las madres.

Luego quisieron las voces que fuera un hombre, y entonaron las canciones del esperma. Sonaba el murmullo de la adolescencia en el ruido de la posible vida adulta. Siempre desconfié del blanco rostro de la muerte, y en torno a ella levanté la fortaleza de mi débil voz.

Las voces renovadas me ofrecieron un salario. Me convertí, ya con pelos en mis escrotos, en un sobreviviente en tiempos de paz y democracia. La gente por las calles jugaba a adivinar la democracia en la forma de las nubes. Se ilusionaban con la paz al ver que del cielo no caían bombas, y yo también, tengo que reconocerlo.

Con el tiempo llegaron los mudos relámpagos para silenciar las voces, e iluminaron el rostro de un padre, atento al trabajo de las manos. Hubo una retirada del agua hacia su sombra, una lenta retracción hacia el interior del vidrio.

A mi vista cansada aparecieron los tejidos de la vida, fijados en formol. Las manos exudaron su azufre, y las madres volvieron a derramar las lágrimas azules del metileno.

Se inició un diálogo intermitente con los espejos refractarios, que me miraban en silencio, mientras las voces rondaban las madrugadas.

¿Será posible despertar del sueño blanco? Ahora me obligan a hacer cola en los lavabos, para los enjuagues de lejía. Es la hora de las entrevistas. Detrás de la mesa, están los ojos del cordero degollado, haciendo preguntas.

Los erizos murmuran bajo la mesa del despacho; danza un parco palillo sobre la estantería de libros, junto a los tratados y manuales académicos; una niña (con rabo) se ruboriza al engullir, sin descanso, los madroños de la memoria.

El sabor agridulce irrumpe al tirar de las cadenas, temblando el recinto hospitalario que contiene al mundo. Y las mujeres, sentadas en las tazas, meditan sobre su maternidad.

Los padres, indefensos, vuelven a sentir en sus entrañas los cañonazos de la guerra. Vuelven las voces con más brío, se cuelan en las fisuras del aire opaco, regresan con sus imágenes verdaderas, y una clara advertencia:

Es necesario despertar de nuevo.

Los cadáveres salen por las noches de las fosas y cunetas, en silencio se acuestan con los deseos más húmedos de los ciudadanos, que ya no creen en la paz , ni en la democracia; los acecha la mentira de la vigilia. Un ligero temblor de bombas vuelve a sacudir los cuerpos.

Descansar en paz… ¿Cuánto tiempo llevo sin dormir? Ya no me hacen efecto los sedantes, tampoco los discursos en los parlamentos. Las bocas vuelven a rugir de hambre.

¿Me das un cigarrillo? Alguien extiende su mano hacia mí, y me apresuro a retornar sobre mis pasos. Ahí fuera hay demasiado ruido, los cuerpos no descansan. Tiembla la miel pálida, derramándose de las vasijas.

Otra vez vuelve el silencio de los recipientes a inundar las calles de la ciudad. Vuelve a brillar el espíritu de la verdad en las miradas apagadas, que buscan refugio en el sueño.

-Es el ingreso… ¿Recuerdas tu ingreso a la realidad? -susurra una voz en el espejo. Beso sus labios pálidos, y siento el frío de su aliento. Mis puños cerrados revientan la lápida a puñetazos.

Una luz blanca avanza hacia mí. Cuando abro los ojos de nuevo, una poderosa luz fluorescente vierte su sudor sobre mi rostro, y las correas vuelven a sujetar mis cuatro extremidades al lecho del descanso eterno:

Es el despertar de la psiquiatría.

Vuelve para mantener la calma de los que ya están muertos. Viene para silenciar las voces vivas de la vida lapidada.



* Contención mecánica: La contención mecánica o física es una medida terapéutica excepcional dirigida a la inmovilización parcial o generalizada de la mayor parte del cuerpo en un paciente que lo precise, para tratar de garantizar la seguridad de él mismo o de los demás.

* Risperdal: Fármaco indicado en el tratamiento de las "psicosis" esquizofrénicas (?) agudas y crónicas, en las cuales los síntomas positivos (alucinaciones, delirios, trastornos del pensamiento, hostilidad, recelo) y/o síntomas negativos (afectividad embotada, aislamiento social y emocional) sean notables.




Oye, Raúl, ésto es maravilloso. La poesía se abre paso certero y más que lúcido. Nombras la interioridad deslumbrante del hombre o la mujer asediados por el imbatible cerebro, por sus causas distintas, por las planicies y reveces del paciente/ del humano/ del hijo. Muy buena la inserción de los términos; el DSM V abriría la puerta de sus conocimientos para volar con los tuyos, si señor.

Subo este tesoro escrito por el compañero Raúl Muñoz para seguro deleite de todos.

Reverencias, poeta amigo y un gran abrazo.


Siempre agradecido, Hallie, por rescatar un texto difícil de leer, dada su extensión. Pretende ser una crítica desde la vivencia subjetiva al concepto de "locura", utilizado por los poderes para reprimir.

Un fuerte abrazo, amiga.
Tu profecía, poeta.
-Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.

-¿Mas el arte?..
-Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida.

Antonio Machado ( Proverbios y cantares ).

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Raul Muñoz
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Re: re: El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por Raul Muñoz »

Pilar Morte escribió:Tu entrega se lee casi sin respirar en busca de un final reconciliador. Impresiona cada palabra, la lucha del hombre, la realidad débil que nos rodea. Te felicito.
Besos
Pilar



Me alegro que te haya sido ligero de leer, y te sugiera esa lucha por sobrevivir.

Muchas gracias, Pilar, por dejarme tu huella.

Un abrazo, amiga.
Tu profecía, poeta.
-Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.

-¿Mas el arte?..
-Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida.

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Rafel Calle
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Re: El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por Rafel Calle »

Hermoso e interesante trabajo de Raul.
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Raul Muñoz
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Re: El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por Raul Muñoz »

Rafel Calle escribió:Hermoso e interesante trabajo de Raul.

Muchas gracias Rafael amigo por tu generosidad.

Un abrazo.
Tu profecía, poeta.
-Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.

-¿Mas el arte?..
-Es puro juego,
que es igual a pura vida,
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Veréis el ascua encendida.

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curra anguiano
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Re: El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por curra anguiano »

Raul enhorabuena !!!!
Es absolutamente inmenso !!!

mil besos y mil gracias

Curra
Guillermo Cumar.
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Re: El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por Guillermo Cumar. »

La literatura siquiatra de todo y de ti mismo razona desde las entrañas espesas de la vida,la enfermedad y la muerte.
Tu prosa es magnífica, elegante u lúcida, para deleitarse con su lectura al tiempo de aprender de su lección.

Un abrazo
Cuanto más alto subes
más dura es la caída.
Ana Muela Sopeña
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Re: El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por Ana Muela Sopeña »

Alucinante, Raúl:

Verdaderamente excepcional este texto de prosa poética donde además de describir haces una buena crítica al sistema psiquiátrico.

Enhorabuena
Un beso enorme
Ana
La Luz y la Tierra, explosión que abre el corazón del espacio.
Mitsy Grey
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Re: El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por Mitsy Grey »

Tan escalofriante y desgarrador como la realidad misma. Un infierno casi imposible de describir, mas tú lo has logrado poeta... Bienvenido a casa. Exiltante trabajo. Felicitaciones.

Y mi gran abrazo, siempre.

Mitsy
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Raul Muñoz
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Re: El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por Raul Muñoz »

curra anguiano escribió:Raul enhorabuena !!!!
Es absolutamente inmenso !!!

mil besos y mil gracias

Curra

Mil besos y gracias a ti, Curra.

Un abrazo, amiga
Tu profecía, poeta.
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-¿Mas el arte?..
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Raul Muñoz
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Re: El despertar de la psiquiatría

Mensaje sin leer por Raul Muñoz »

Guillermo Cuesta escribió:La literatura siquiatra de todo y de ti mismo razona desde las entrañas espesas de la vida,la enfermedad y la muerte.
Tu prosa es magnífica, elegante u lúcida, para deleitarse con su lectura al tiempo de aprender de su lección.

Un abrazo

Me alegro de que te resulte interesante, Guillermo. Muchas gracias por dejar tu huella.

Un abrazo, amigo
Tu profecía, poeta.
-Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.

-¿Mas el arte?..
-Es puro juego,
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