Página 1 de 1

Después del poema

Publicado: Lun, 26 May 2008 12:24
por pedro arguedas ibáñez
Antes del poema cayeron mil ejércitos al mar.
El capitán decía
quedaos y bogad hacia abajo
donde las palabras no pueden tocaros
sino bruñir vuestros esqueletos.
El rey decía
ahí abajo está la verdadera carne
el alimento del espíritu que desprecia su alma
y entrega su nombre a los negros delfines
que cuando emergen son blancos
y permanecen.
Y en el palacio
el bufón y la reina fumaban juntos en la cama
después del poema
juntando monedas para comprar el sol
y quemar la poesía.

Publicado: Lun, 26 May 2008 14:03
por Alberto Batania
Yo también, a veces, me tiraría al mar y a no sé dónde para huir de las palabras, sobre todo de las que están escritas.

Éste es el poema tuyo que me gusta. No es que te tenga clasificado por tipos de poema, y probablemente no sepa ni de qué estoy hablando, pero éste es el que me gusta.

Hasta pronto.

Re: Después del poema

Publicado: Lun, 26 May 2008 22:26
por Blanca Sandino
Amiguito, siempre encontraremos una motivo:
De qué te quejas, majestad -pregunta la reina. Tarde. Has llegado tarde. Y no, no me cuentes que estabas salvando a los mil ejercitos que cayeron al mar, es, lo sabes bien, una excusa demasiado manida. Y no, no me hables -tampoco- del alimento del espíritu, ni de esqueletos.
Y en tanto que ella -la reina- disertaba sobre los delfines negros que siempre acaban por ser blancos, el bufón, que conocía bien el escondite, contaba -de dos en dos- las monedas que, en su opinión, le hubiera entregado cualquier otra dama que no fuera tan tacaña y miserable como lo era ella -la reina-.

Y sobre todos. Sobre los protagonistas principales y menos principales de aquel teatro, ella La Poesía, repasaba la música a la que estaba a punto de poner letra.


Buen poema. Lamento haberte atormentado con la historieta: a veces, no puedo olvidar que soy mujer.


Blanca


pedro arguedas ibáñez escribió:Antes del poema cayeron mil ejércitos al mar.
El capitán decía
quedaos y bogad hacia abajo
donde las palabras no pueden tocaros
sino bruñir vuestros esqueletos.
El rey decía
ahí abajo está la verdadera carne
el alimento del espíritu que desprecia su alma
y entrega su nombre a los negros delfines
que cuando emergen son blancos
y permanecen.
Y en el palacio
el bufón y la reina fumaban juntos en la cama
después del poema
juntando monedas para comprar el sol
y quemar la poesía.