Entre un monte de cartas abrumado
por ciertas incongruencias del destino,
mi salvación estaba escrita en chino
aunque jamás lo hubiera sospechado.
A punto de morir ninguneado
en las fauces del bárbaro cretino
el azar se cruzó como inquilino
en forma de gigante plateado.
El dragón amarillo del Oriente
trajo contenedores de esperanza
para aliviar al lumpen recurrente.
Y se instaló con vientos de bonanza
para que fuera justo y conveniente
que al fin se equilibrase la balanza.
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Exp. SE-755-14