Unicornio de papel
Publicado: Lun, 20 Abr 2015 18:11
[RIGHT]Lástima que ella no pueda vivir, pero ¿quién vive?[/RIGHT]
Llamas en los ojos.
El azul relampaguea en la mirada
y la metrópoli se alza fulgurante
como una pirámide maya
o un protervo zigurat
en el fuego perpetuo de la noche.
El sueño acucia al sueño
y el miedo acurruca los temblores
de los dedos.
Y no queda tiempo.
Y no sangran los puños
los amargos clavos del recuerdo.
La muerte está próxima a expirar
y el búho nos contempla
con su ojo biónico, esclavo
de su propio y lento mirar.
Llegada es la hora del lobo,
del ritual de la carne,
del hijo pródigo.
Y llueve.
El mundo se revela
como la cara sucia de un ángel
bañado por la luz oxidada
de la noche elíptica.
Píldoras estroboscópicas,
Coca-Colas y biblias de neón
se inmolan en el furioso altar de la genética,
en el orzuelo fluorescente del ocaso,
en el santuario descarnado
de ese dios de la biomecánica
que fabrica juguetes sin alma
y esqueletos despojados
de la impostura de la carne,
del artificio de la sangre,
del don de la memoria,
mientras la retina inmaculada danza
su consideración intempestiva.
Hay una indigencia suburbana
enamorada de su fealdad,
gases mefíticos que amalgaman
nubes proscritas
con su ácido secular
y una lumbre de detritos
en el légamo racial.
La felicidad es una colonia exterior.
Los ángeles ígneos han caído ya del cielo
tras su efímera y titánica ascensión.
La luz, esa luz del heliotropo, se bifurca
donde el ojo hipnotiza a la serpiente
y las legañas son escamas sintéticas.
Y no deja de llover.
Quieres recordar tu infancia,
aquella picadura de avispa
o el galápago tumbado al sol,
en el desierto,
patas arriba,
que lucha en vano por enderezarse,
y no la recuerdas. Tus recuerdos,
alguien te lo dijo una vez, son réplicas
exactas de algo que nunca sucedió,
un implante cruel en la memoria
que te devora como la chispa furiosa
que revela el subterfugio de la foto
y su historia apócrifa.
Quid est veritas?
Nihil novum sub sole.
Todo lo que es y se sabe,
o se sabe habiendo sido,
consciente, real, inmanente,
efímero,
se duele de su no ser
o de no haber sido más.
Somos a través del dolor,
y sin dolor no seríamos.
Dolor de finitud,
grito, llanto, alarido, aullido,
llaga abierta del destino.
Un bosque de sangre
dentro del ascensor
o un tejado
desde donde dar el gran salto
a lo desconocido.
Inminente.
Aunque estés escondida tras el blanco
mural de los ojos,
puedo oír tu respiración contenida
y ese querer cerrarse de los párpados
develados por el misterio
en la geometría bulliciosa de esta noche
atestada de colores y figuras
y espejos rotos.
Hay animales que reptan
por la morfología brumosa del sueño,
que narcotizan con la impune
sensación del beso la luz convulsa
de los escaparates epilépticos
y que arrancan las uñas
y desgarran la piel
con su balística invidente
de semáforo en rojo.
Don't walk.
Corres, te sacudes las distancias
con el polvo cifrado en los bolsillos
y sales al encuentro de lo que nunca fue,
tú, criatura abandonada,
divina creación expulsada del Edén
que no obedeces la voz tiránica del amo,
ominoso rayo dorado
que te sublevas a ese demiurgo
que te hizo para no durar.
Hybris.
Corres, quieres escapar, robar
el fuego sagrado de los dioses,
ser impermeable, ser inmortal,
pero la lluvia siempre te da caza
sin ninguna deportividad.
La pupila se dilata
y se adensa el iris
en la rojez de sus capilares
y hasta los humanos
–ellos los primeros–
carecen empatía.
Has visto cosas, sí,
cosas que nadie creería,
¿pero qué importancia tiene eso ahora?
A nadie le importa,
porque lo que eres
y lo que has visto
morirá contigo
cuando tus ojos se cierren
y la paloma emprenda el vuelo,
por fin libre.
Muriendo el sol,
mueren los ojos,
muere todo lo que te vio
o lo que fue por ti visto,
la luz convaleciente,
el brillo genuino.
Y mientras vas muriendo,
sin sospechar que nunca estuviste vivo
o qué significa siquiera estar vivo,
se te ocurre que la memoria es tan flexible
como un unicornio de papel
que dobla sus esquinas al tiempo,
y que la muerte, esa muerte
que adivinas entre lágrimas,
esa muerte que se pierde en la lluvia
como un naufragio pirotécnico
o un acertijo inescrutable,
te ha ganado la partida.
Alfil a e7.
Jaque mate.
Llamas en los ojos.
El azul relampaguea en la mirada
y la metrópoli se alza fulgurante
como una pirámide maya
o un protervo zigurat
en el fuego perpetuo de la noche.
El sueño acucia al sueño
y el miedo acurruca los temblores
de los dedos.
Y no queda tiempo.
Y no sangran los puños
los amargos clavos del recuerdo.
La muerte está próxima a expirar
y el búho nos contempla
con su ojo biónico, esclavo
de su propio y lento mirar.
Llegada es la hora del lobo,
del ritual de la carne,
del hijo pródigo.
Y llueve.
El mundo se revela
como la cara sucia de un ángel
bañado por la luz oxidada
de la noche elíptica.
Píldoras estroboscópicas,
Coca-Colas y biblias de neón
se inmolan en el furioso altar de la genética,
en el orzuelo fluorescente del ocaso,
en el santuario descarnado
de ese dios de la biomecánica
que fabrica juguetes sin alma
y esqueletos despojados
de la impostura de la carne,
del artificio de la sangre,
del don de la memoria,
mientras la retina inmaculada danza
su consideración intempestiva.
Hay una indigencia suburbana
enamorada de su fealdad,
gases mefíticos que amalgaman
nubes proscritas
con su ácido secular
y una lumbre de detritos
en el légamo racial.
La felicidad es una colonia exterior.
Los ángeles ígneos han caído ya del cielo
tras su efímera y titánica ascensión.
La luz, esa luz del heliotropo, se bifurca
donde el ojo hipnotiza a la serpiente
y las legañas son escamas sintéticas.
Y no deja de llover.
Quieres recordar tu infancia,
aquella picadura de avispa
o el galápago tumbado al sol,
en el desierto,
patas arriba,
que lucha en vano por enderezarse,
y no la recuerdas. Tus recuerdos,
alguien te lo dijo una vez, son réplicas
exactas de algo que nunca sucedió,
un implante cruel en la memoria
que te devora como la chispa furiosa
que revela el subterfugio de la foto
y su historia apócrifa.
Quid est veritas?
Nihil novum sub sole.
Todo lo que es y se sabe,
o se sabe habiendo sido,
consciente, real, inmanente,
efímero,
se duele de su no ser
o de no haber sido más.
Somos a través del dolor,
y sin dolor no seríamos.
Dolor de finitud,
grito, llanto, alarido, aullido,
llaga abierta del destino.
Un bosque de sangre
dentro del ascensor
o un tejado
desde donde dar el gran salto
a lo desconocido.
Inminente.
Aunque estés escondida tras el blanco
mural de los ojos,
puedo oír tu respiración contenida
y ese querer cerrarse de los párpados
develados por el misterio
en la geometría bulliciosa de esta noche
atestada de colores y figuras
y espejos rotos.
Hay animales que reptan
por la morfología brumosa del sueño,
que narcotizan con la impune
sensación del beso la luz convulsa
de los escaparates epilépticos
y que arrancan las uñas
y desgarran la piel
con su balística invidente
de semáforo en rojo.
Don't walk.
Corres, te sacudes las distancias
con el polvo cifrado en los bolsillos
y sales al encuentro de lo que nunca fue,
tú, criatura abandonada,
divina creación expulsada del Edén
que no obedeces la voz tiránica del amo,
ominoso rayo dorado
que te sublevas a ese demiurgo
que te hizo para no durar.
Hybris.
Corres, quieres escapar, robar
el fuego sagrado de los dioses,
ser impermeable, ser inmortal,
pero la lluvia siempre te da caza
sin ninguna deportividad.
La pupila se dilata
y se adensa el iris
en la rojez de sus capilares
y hasta los humanos
–ellos los primeros–
carecen empatía.
Has visto cosas, sí,
cosas que nadie creería,
¿pero qué importancia tiene eso ahora?
A nadie le importa,
porque lo que eres
y lo que has visto
morirá contigo
cuando tus ojos se cierren
y la paloma emprenda el vuelo,
por fin libre.
Muriendo el sol,
mueren los ojos,
muere todo lo que te vio
o lo que fue por ti visto,
la luz convaleciente,
el brillo genuino.
Y mientras vas muriendo,
sin sospechar que nunca estuviste vivo
o qué significa siquiera estar vivo,
se te ocurre que la memoria es tan flexible
como un unicornio de papel
que dobla sus esquinas al tiempo,
y que la muerte, esa muerte
que adivinas entre lágrimas,
esa muerte que se pierde en la lluvia
como un naufragio pirotécnico
o un acertijo inescrutable,
te ha ganado la partida.
Alfil a e7.
Jaque mate.