Ese instante, en que luna, mira serena, su cara oscura y profunda,
buscando interrogantes agazapados en la levedad del sentir etéreo,
en semanas que saltan sus días al pasar, perfilando carmines al miedo,
y esos tiempos que entre trampas pasan, desconocientes de atajos a la felicidad,
anudando incomprensiones, que no vislumbran y no tejen los colores del alma,
esos ritmos, átonos, que no maduran sus infancias, brillando en ellos estática.
Discordancias en los verbos, que desafinan unívocos, en el pozo de la necesidad,
y esos requiebros en las sumas de los inexplicables, de sinsentidos en contestares,
regalos que el alma acomoda en cajas estrechas y que vacían su esencia, en la lluvia y el frío,
mantas que no entienden, donde deja de temblar mi soledad, o como, mis versos, siempre,
viven pintando recuerdos y pasiones, engendrando sus mejores notas en el amanecer,
números que a las sumas de elixires, encuentran, besos de esos, solitarios en su haber.
Y este entierro de despojos, sin nombrar, de bautizos sin agua de bendecir,
mis sabanas, que están viejas de carecer de ardor, y escurren ausencias
una ducha, que goteaba ternuras, termino limpiando sueños, se canso de esperar
y tantas etiquetas, que perderán sus novedades, en manos de otro poema,
mi adiós, que parte silencioso, enamorado de un beso, que jamas creció,
y mi alma, que en sus cuadrados vacíos, camina ya horizontes de nueva ilusión.