La bestia domesticada por el dólar
Publicado: Mar, 10 Feb 2015 20:49
¿Por qué tu alma se sabe peinar
sólo en sillas de Mercedes?
Acaso los orangutanes del viento
no han escarbado en la zanahoria espectral
que forma tu pudor con la canícula?
Acepta que eres un esqueleto de dios, el marfil despavorido de la mentira.
¿Acaso los cráteres saben más de ceniza
que el padre desposeído de sus hijos?
Piensa. Nuestras pupilas son pezones de la muerte,
pero tú lo sabías, verdad?
Pezones que se yerguen cuando el asiento 32 está ocupado por un anciano y
la punta de sus cejas cruza hacia un territorio helado
que intuimos en algunos abrazos
y él sonríe felizmente, rompe el candado de la incertidumbre,
se limpia las gafas de vapor, y pretende estar vivo otro instante.
¿Tú lo sabías, verdad?
Sangramos ojos adentro en anclas de olvido.
Somos sepias postergadas, la orilla de un mar de epilépticos, la definición
de una venganza del éter que se deshuesa.
Ya no hay hipérboles en tu pelo. Ahora tal vez
otros dedos acarician la bestia resignada,
la bestia domesticada por el dólar.
sólo en sillas de Mercedes?
Acaso los orangutanes del viento
no han escarbado en la zanahoria espectral
que forma tu pudor con la canícula?
Acepta que eres un esqueleto de dios, el marfil despavorido de la mentira.
¿Acaso los cráteres saben más de ceniza
que el padre desposeído de sus hijos?
Piensa. Nuestras pupilas son pezones de la muerte,
pero tú lo sabías, verdad?
Pezones que se yerguen cuando el asiento 32 está ocupado por un anciano y
la punta de sus cejas cruza hacia un territorio helado
que intuimos en algunos abrazos
y él sonríe felizmente, rompe el candado de la incertidumbre,
se limpia las gafas de vapor, y pretende estar vivo otro instante.
¿Tú lo sabías, verdad?
Sangramos ojos adentro en anclas de olvido.
Somos sepias postergadas, la orilla de un mar de epilépticos, la definición
de una venganza del éter que se deshuesa.
Ya no hay hipérboles en tu pelo. Ahora tal vez
otros dedos acarician la bestia resignada,
la bestia domesticada por el dólar.