Al llegar a la puerta de mi estancia
allí estaba dormido y en el suelo,
un mendigo tal vez un ladronzuelo
que provoca rechazo, intolerancia.
Sin familia, sin techo, sin prestancia,
como un paria admitiendo su flagelo
y que pasa su vida en triste duelo,
soportando su infausta circunstancia.
Y los vemos pasar indiferentes,
ni una sola palabra dedicamos,
estimando asistencias suficientes
esos céntimos míseros que echamos,
quizá fueran limosnas convincentes
unos gestos de amor que no les damos.