De nuevo en nombre de la muerte
Publicado: Vie, 26 Dic 2014 14:19
1
Ella viene a mi mente
en este recuerdo de luna
y pena,
en este sendero
de tumbas
que buscan los suspiros
en los miedos de la infancia
que se muere y agita
el recuerdo más tierno.
Si tuviera sólo un sueño
le pondría el color
del vestido que llevaba
la última vez que paseó junto al mar
entre los calendarios
del muelle derruido
aunque no lo recuerde
y sufra la falta
y arda cada noche
que llore por su ausencia.
El camino es largo
para comprender mi miedo,
demasiado hondo
para medir este dolor,
y el viento de Poniente
que refresca los montes
y mece las higueras
me lleva hacia el ocaso
donde caían los jilgueros
que buscaban el sur
en las hojas del otoño.
2
En nombre de la muerte
las sombras te llamaban,
querían hacerte oscura
para apagar tus ojos
y enamorarte de silencio
de la noche del alma
que pierde su latido
y sin pausa se alarga.
Aparta los sueños , madre,
antes que llegue la muerte
con tijeras
en sus manos descarnadas,
con sus deseos de negra
luna sin corazón,
y le diga a los vientos quien fuiste,
en que escalón olvidaste
los libros con tu firma,
que tren perdiste,
acaso, sin saberlo
y no paró en tu estación
de sueños nunca más.
Nunca más
volará la mariposa
sobre tu falda abierta
ni los perros de la tarde correrán
para lamer tu huella de caricias.
En nombre de la muerte
y entre los árboles de tu infancia,
y el pozo insondable donde cayó la noche
más lúgubre de tu canto herido,
tiernas flores silvestres despliegan
tu nombre en el viento.
3
Las palabras que nadie
puede comprender,
el lugar donde
cuando eras niña imaginabas
una muerte dulce en primavera,
porque el temor a Dios
era más cálido,
menos oscuro,
el sueño que siempre
rompía los cristales
sin brillo de mi soledad,
esa soledad mía
que tú llevabas en los ojos,
aunque no puedas acordarte
del dolor que rondaba
las mariposas encendidas
flotando sobre el aceite.
Ahora dibujas
en paredes
que perdieron la blancura
y no despiertan murmullos,
caminas por lugares
que fueron derribados
y lloran
por un barrio sin alma
que te ha dado la mano
para no entrar solo en el olvido.
Nadie puede explicar
adonde fuiste,
como perdiste la túnica virgen
de tu imagen de niña descontenta,
por que no llegaste a ver
la luz del rayo
que traía a tus ojos la alborada.
4
Después de la muerte,
las flores están tristes
y susurran en tu tumba
coplas de amor
sobre la hierba herida.
Te llegará el quejío
de los montes derribados,
el canto del pájaro ciego
que enmudeció
en las Cuatro higueras.
Siguen su curso
las alas del recuerdo,
las manos de la noche,
solo puedes decir que eres pasado
como la muchacha
de una estela ateniense
que tuvo un nombre
quizás un epitafio, una fecha
escritos por aquellos que la aman
o a la niña que fue
y se encamina a la fuente.
Es inútil llorar
cuando la muerte se acerca
y te mira a los ojos
como lo hacía
en tu candor de niña ,
cuando el infierno era un lugar
que convertía tus errores
en pecados mortales.
5
En el barrio de la Almadraba
hay tejados de zinc y gatos,
pero no queda ninguna higuera,
ni una fuente para beber de noche.
Tus manos muertas acariciarán la Luna.
Hay una larga ausencia de Cantina
hay polvo
y cartones en los suelos.
No hay una niña que cante La otra.
Tu voz distante despertará mis sueños.
Ella viene a mi mente
en este recuerdo de luna
y pena,
en este sendero
de tumbas
que buscan los suspiros
en los miedos de la infancia
que se muere y agita
el recuerdo más tierno.
Si tuviera sólo un sueño
le pondría el color
del vestido que llevaba
la última vez que paseó junto al mar
entre los calendarios
del muelle derruido
aunque no lo recuerde
y sufra la falta
y arda cada noche
que llore por su ausencia.
El camino es largo
para comprender mi miedo,
demasiado hondo
para medir este dolor,
y el viento de Poniente
que refresca los montes
y mece las higueras
me lleva hacia el ocaso
donde caían los jilgueros
que buscaban el sur
en las hojas del otoño.
2
En nombre de la muerte
las sombras te llamaban,
querían hacerte oscura
para apagar tus ojos
y enamorarte de silencio
de la noche del alma
que pierde su latido
y sin pausa se alarga.
Aparta los sueños , madre,
antes que llegue la muerte
con tijeras
en sus manos descarnadas,
con sus deseos de negra
luna sin corazón,
y le diga a los vientos quien fuiste,
en que escalón olvidaste
los libros con tu firma,
que tren perdiste,
acaso, sin saberlo
y no paró en tu estación
de sueños nunca más.
Nunca más
volará la mariposa
sobre tu falda abierta
ni los perros de la tarde correrán
para lamer tu huella de caricias.
En nombre de la muerte
y entre los árboles de tu infancia,
y el pozo insondable donde cayó la noche
más lúgubre de tu canto herido,
tiernas flores silvestres despliegan
tu nombre en el viento.
3
Las palabras que nadie
puede comprender,
el lugar donde
cuando eras niña imaginabas
una muerte dulce en primavera,
porque el temor a Dios
era más cálido,
menos oscuro,
el sueño que siempre
rompía los cristales
sin brillo de mi soledad,
esa soledad mía
que tú llevabas en los ojos,
aunque no puedas acordarte
del dolor que rondaba
las mariposas encendidas
flotando sobre el aceite.
Ahora dibujas
en paredes
que perdieron la blancura
y no despiertan murmullos,
caminas por lugares
que fueron derribados
y lloran
por un barrio sin alma
que te ha dado la mano
para no entrar solo en el olvido.
Nadie puede explicar
adonde fuiste,
como perdiste la túnica virgen
de tu imagen de niña descontenta,
por que no llegaste a ver
la luz del rayo
que traía a tus ojos la alborada.
4
Después de la muerte,
las flores están tristes
y susurran en tu tumba
coplas de amor
sobre la hierba herida.
Te llegará el quejío
de los montes derribados,
el canto del pájaro ciego
que enmudeció
en las Cuatro higueras.
Siguen su curso
las alas del recuerdo,
las manos de la noche,
solo puedes decir que eres pasado
como la muchacha
de una estela ateniense
que tuvo un nombre
quizás un epitafio, una fecha
escritos por aquellos que la aman
o a la niña que fue
y se encamina a la fuente.
Es inútil llorar
cuando la muerte se acerca
y te mira a los ojos
como lo hacía
en tu candor de niña ,
cuando el infierno era un lugar
que convertía tus errores
en pecados mortales.
5
En el barrio de la Almadraba
hay tejados de zinc y gatos,
pero no queda ninguna higuera,
ni una fuente para beber de noche.
Tus manos muertas acariciarán la Luna.
Hay una larga ausencia de Cantina
hay polvo
y cartones en los suelos.
No hay una niña que cante La otra.
Tu voz distante despertará mis sueños.